Cuando los vividores no se apenan de haber vivido de la rapiña con presupuesto del Gobierno, cualquier cosa puede esperarse; sin embargo, la indignación exige señalamientos, como un escribano, quien no ha hecho nada en su vida que no fuera producto de acuerdos oscuros con funcionarios públicos.

El alto nivel de los funcionarios públicos no aminora la dimensión del delito. El caso de ese autodenominado intelectual representa el proceder de muchos que, con el disfraz de escritores, catedráticos, o intelectuales, no fueron más que mantenidos del Gobierno. Nos robaron a todos.

La crítica de la oposición en busca de errores y problemas basados en su fantasía considera que las declaraciones del secretario de la Defensa, que convoca a estar “unidos en el proyecto de nación que está en marcha”, le pareció a ese personaje privilegiado del pasado, como a la senadora Chimoltrufia, excandidatos a la Presidencia, o al propio líder de lo que queda del PRD, un exceso.

Reclamar al secretario de la Defensa, lo que nunca se hubieran atrevido a reclamar a un antecesor del general Luis Cresencio Sandoval, es un acto democrático, de libertad de expresión, pero su contenido es antidemocrático. Se duda que las palabras del secretario representen a todos los militares, tratando de afirmar que hay división en sus filas. Así, lo primero que se piensa es que sus libros no los escribió él, sino que pagó para que se los escribieran, porque en México los generales tienen una enorme afinidad con los gobiernos civiles. Antes y después de la Revolución, fueron Presidentes de México, tenían como antecedente inmediato haber ocupado la cartera de la Secretaría de Guerra y Marina.

Ernesto Zedillo Ponce de León y Vicente Fox son descendientes de militares de alto rango de la Revolución.

Para estos desmemoriados no es correcto que el secretario de la Sedena pida a los mexicanos adherirse al proyecto del partido en el Gobierno, como si fuera la primera vez que lo hicieran, quieren autonomía del Ejército del Ejecutivo, lo cual habla de su desesperación por recuperar los privilegios perdidos. Hablan de militarización sin saber lo que es.

Lo hizo el general Marcelino García Barragán la madrugada del 3 de octubre de 1968, cuando se le convocó, desde la embajada estadounidense, llevar a cabo un golpe de Estado contra el gobierno civil de Gustavo Díaz Ordaz, se negó informando en ese momento al jefe del Ejecutivo. Ahí no eran necesarias las palabras, sino el hecho que unía a la nación y preservaba el mando de un civil.

Los historiadores de esa disidencia desmembrada se inventaron títulos académicos a placer porque tenían al poder de su parte, no les costaba más que una alabanza a su dios, el Presidente de la República y, de paso al general que estaba a cargo de la Defensa, para convertirse en seres pensantes por decreto.

La política mexicana está más unida a los militares de lo que esos charlatanes creen, fortaleciendo el camino hacia la democracia.

Piden a los militares autonomía del jefe Supremo de las Fuerzas Armadas, lo que quiere decir es que se establezca un vacío público de mando entre el Gobierno civil y los militares para trabajar en un golpe de Estado militar que ha rondado su cabeza desde hace años. La deslealtad es lo suyo. Eso es lo que quieren decir, pero les faltan… datos, por decir lo menos.

PEGA Y CORRE. – Morena agradece a Marko Cortés continuar al frente del PAN, porque su estilo proporciona cuadros militantes de Acción Nacional y su torpeza ayuda a la victoria electoral del partido en el poder… Esta columna se publica los lunes, miércoles y viernes.

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