Cada vez hay más estímulos a nuestro alrededor capaces de perturbarnos. Lo digo así porque, de cierto modo, el estar constantemente bajo un reflector nos provoca eso: malestar, incertidumbre, desasosiego…
Por ejemplo, ¿por qué subimos una fotografía, o una historia a Instagram?
¿Qué buscamos con eso? Tal vez estatus: sentirnos populares, la créme de la créme. Estar en contacto con amix quienes ya no frecuentamos y, con nuestras publicaciones, tener un pretexto para retomar la relación. Ser la envidia de conocidxs al promocionar vacaciones en la playa, reuniones con la gente más querida, y proyectar una noción de vida llena de risa y risa, o de mucho autoconocimiento o activismo, entre otros ejemplos.
Este tipo de objetivos tienen su lado positivo: no tiene nada de malo querer llamar la atención de vez en cuando, sobre todo porque somos seres sociales por naturaleza, y de cierta forma vivimos de la conexión con el mundo exterior. También está bien usar una plataforma masiva para ayudar a otras personas. Sin embargo, tales prácticas pueden hacer que se nos olviden las cosas importantes, o las reacciones “normales” de la gente.
No porque quien nos gusta no conteste el arroba de nuestro meme es una mala persona, o que no le gustemos. Puede habernos ignorado por falta de tiempo, no meterse a las redes, apagar sus notificaciones o simplemente no darle importancia. Para algunxs, podrá ser una señal de afecto el dar un like, etiquetar a alguien en una ridiculez o subir historias con la gente favorita. Mas, en realidad es impensable comparar eso con un abrazo, un regalo especial o un simple, “¿cómo estás?”. Si lo llevamos más allá, es incluso un crimen “castigar” a una persona por no responder un texto cualquiera si cuando se ven no hace falta nada más.
Muchas personas parecen tener un trastorno de personalidad en redes, porque son unas en carne y hueso y otras por internet, debido a la confianza que da o quita la pantalla. Si se es muy abierto en redes, es probable ser todo lo contrario fuera de ellas. Si no hay respuesta, es hasta una señal de alguien capaz de vivir el presente y no preocuparse por cosas banales.
Acerca de esto, la revista Vice publicó un artículo cuya tesis principal es el misterio como factor atractivo, porque las personas en cuestión no tienen sus redes sociales abiertas o no usan ninguna de estas aplicaciones, creando un aura de misterio. Por tanto, los demás le dan la oportunidad: no asumen cosas por sus fotos o como se describen en su biografía, provocando excitación por el qué será.
Esto sucede porque la seguridad en uno mismo es una cualidad atractiva. Lo predecible aburre. Y nuestra búsqueda de aprobación por parte de lxs otrxs, reflejada a través de nuestro uso de las redes sociales también quita puntos.
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