A unas semanas de finalizar el año, me tomo un tiempo para hacer un reconocimiento a Napoleón Gómez Urrutia, a Napito, a quien en repetidas ocasiones lo hemos escuchado jactarse de grandes estudios y títulos, pero no, todos sabemos que el verdadero mérito, maestría y destreza mostradas en sus casi 80 años es mentir, engañar y estafar.

Su larga trayectoria en estas materias seguramente las inició desde niño, allá por 1940, pero de lo que nosotros podemos dar cuenta es, precisamente, de cuando su papá Napoleón Gómez Sada, aprovechando su enfermedad nos impuso a su inexperto crío para sucederlo tras 42 años de ocupar la Secretaría General del Sindicato Minero.

Sin ser minero y mucho menos trabajador, Napito echó a andar la única maquinaria que sabe operar: la de las mentiras; se inventó un cargo sindical y ordenó la elaboración de un documento apócrifo donde la organización avalaba que él ocupaba un cargo sindical en la sección 120 de la Ciénega, en Durango, con una antigüedad mayor a cinco años, para así cumplir con los requisitos que marcan los estatutos y ocupar el cargo.

El documento con información falsa fue el único que se presentó en la Secretaría del Trabajo, por ello no existe registro ni en el Infonavit, ni en el IMSS, de su paso como trabajador, porque simplemente todo es una gran mentira que lo llevó a ocupar la Secretaría General.

Ya en el puesto, Napito le robó 55 millones de dólares a sus propios agremiados y ha hecho de las cuotas sindicales su mina de oro. Tras el atraco, inventó ser un perseguido político para evadir a la justicia y escapó a Canadá para no ser encarcelado.

Los que creen en sus mentiras están en muy su derecho y su ignorancia, aunque en mi pueblo se dice de otra manera. Napito, si tan derecho, si tan real, debería mostrarnos su credencial con entradas y salidas de la época en que asegura fue trabajador; que nos cuente cuántas veces su mujer le hizo el lonche para irse a la mina; que nos explique cómo un trabajador puede pagarle a su esposa, hijos y nietos viajes por el mundo, autos de lujos y vuelos privados; cómo un minero puede darse vida de millonario y ya entrados en materia, que también enseñe la documentación del IMSS e Infonavit que avalen sus fantasías.

También es verdad que Napito aborrece a los trabajadores, los desprecia y los quiere lejos, a tal grado que en últimas fechas, ya como Senador, llenó de puros impostores al sindicato; de los mineros reales se avergüenza, pero a sus allegados fifís los hace pasar como sindicalizados y los mete en nómina.

Con infinidad de mentiras, y hay quien habla de corrupción, Napito llegó a la Cámara de Senadores, dice ser el líder y dueño de todos los obreros de México, intenta menospreciar y presionar a las autoridades que no cumplen sus caprichos, exige la cancelación de tomas de notas y registros sindicales de quienes le somos incómodos y hasta ha intentado dar órdenes al Presidente.

Hay quien dice que vive una realidad alterna a consecuencia de la edad y de un padecimiento llamado mitomanía, pero también hay quien asegura que es simplemente un fifí con gran necesidad de seguir acumulando riqueza a costilla de los trabajadores para cumplir con sus aspiraciones y ser considerado un empresario y no un explotador de la clase obrera.

 

@CarlosPavonC