El presidente Manuel Andrés López Obrador se organizó una fiesta para festejar tres años de su llegada al poder. Lo hizo en medio de una variante del Covid todavía poco estudiada, pero que la OMS considera como un “riesgo muy alto” y que preocupa a los principales líderes mundiales.
Un Zócalo lleno de personas con y sin cubrebocas, pegadas unas con otras, sin sana distancia, disfrutaron de la fiesta presidencial. Todos sin preocupación por la nueva cepa.
El tabasqueño culminó el evento con un discurso de casi hora y media en el que presumió los “logros” de sus tres primeros años de Gobierno: estabilidad económica, aunque la inflación es de 7%; el manejo de la pandemia, aunque en México hay alrededor de 450 mil personas muertas por Covid.
Reducción en los índices de violencia, aunque este es el sexenio más violento de la historia moderna, alrededor de 107 mil homicidios dolosos (en tres años), 14 mil más y empata el número del sexenio de Felipe Calderón y 50 mil más para que alcance los que hubo en los seis años de Enrique Peña Nieto.
Destacó el combate a la corrupción, aunque en su entorno hay quienes se han enriquecido de manera ilícita y hacen negocios al “amparo del poder”; la estrategia de “abrazos, no balazos”, aunque su secretario de Marina ya reconoció “víctimas colaterales” en enfrentamientos.
En este espacio no caben los “logros” enumerados por el Presidente.
López Obrador es un comunicador nato. Las conferencias matutinas y sus “informes” están diseñados para hablarle a sus seguidores, quienes no cuestionan las palabras presidenciales por su fanatismo.
Pero a partir del tercer año, los presidentes en México empiezan a perder poder. La sucesión se convierte en prioridad y la lucha es encarnizada. Morena no será la excepción.
La apertura de las “corcholatas” llegó con tres años de anticipación y Claudia Sheinbaum lidera en la simpatía presidencial, en detrimento de Marcelo Ebrard y Ricardo Monreal.
El zacatecano está en contra de que el candidato morenista salga de una encuesta. Lo expresa todos los días, pero el Presidente ya le mandó el mensaje: Lo establecen los estatutos del partido y no se pueden cambiar a capricho de nadie.
Ebrard no puede expresarse. Su posición en el gabinete lo tiene atado de manos, pero sabe que podría quedarse nuevamente solo con el reconocimiento de López Obrador de ser por encuesta.
El último tramo del Gobierno de López Obrador seguirá la misma tónica de confrontación, porque esa es la naturaleza del tabasqueño, quien se quedó en su eterno papel de opositor.
Hay quienes, como el diputado Santiago Creel, piden diálogo, pero son denostados o, en el mejor de los casos, ignorados. Un poco de humildad presidencial sería necesaria ante un futuro que no pinta nada bien.
Directo. La jefa de Gobierno, Claudia Sheinbaum, y el canciller Marcelo Ebrard, estuvieron en primera fila, mientras el senador Ricardo Monreal, fue ubicado entre los invitados. Símbolos, señales.
@maurijua