Parte de la magia de la Navidad, dirán muchas personas, es el intercambio de regalos que se organiza entre diferentes grupos. A varias les emociona recibir algo de alguien: todo el proceso de buscar la cosa perfecta, ver el rostro de la persona al recibirlo y tratar de imaginarla feliz con su obsequio.

Sin embargo, este ritual dictado por la mercadotecnia puede generar mucha controversia por sus factores negativos.

En primera instancia, lo económico: comprar regalos, queramos o no, es un gasto, lo cual puede generar un conflicto con nuestras finanzas del mes, causando como efecto colateral la temible “cuesta de enero”.

Otro factor en su contra son los intercambios forzados: cuando no conocemos realmente a las personas del evento, pero, por compromiso, nos vemos obligadxs a dar algo a quien nos tocó. Tal obligación puede causarnos estrés, porque dar algo ofensivo o inútil puede ser contraproducente, sobre todo cuando nuestros ahorros son malgastados como consecuencia.

El tercer problema a raíz de este fenómeno es la odisea de comprar con poco tiempo de antelación. Tiendas abarrotadas, todo agotado, la presión del reloj encima de nosotrxs con tal de cumplir con la fecha de entrega estipulada desde hace rato.

Sin embargo, por lo menos en la opinión de este escritor, aquellos deslices pueden verse sobrepasados por los beneficios afectivos de dar regalos, y la época navideña es el pretexto ideal para demostrarle a la gente importante en nuestras vidas cuánto las apreciamos.

Según el portal de noticias de CNN: “Los psicólogos han estado fascinados desde hace tiempo con el tema de regalar, porque es una ventana para muchos otros aspectos humanos relevantes: cómo vemos a otros, cómo le asignamos valor a las cosas, nuestra habilidad para tomar decisiones y nuestra capacidad de empatía”.

Estas cualidades son más evidentes en el mundo digital, donde ante tanta presencia de lo intangible, lo que sí es que adquiere un peso monumental. Porque francamente no es lo mismo etiquetar a nuestros amix en una publicación que darles algo especial en las épocas festivas.

Cuando el pretexto para regalar se da entre personas importantes en nuestras vidas, el ritual es poderoso, porque evoca alegría: el amor entre ambas partes es representado por algo en el mundo físico, no nada más en el etéreo. Ayuda a cimentar las bases, fortalecer o reconstruir relaciones (si el regalo fue pensado de buena gana, claro).

Como último argumento a favor de esta tradición, les recuerdo, queridxs lectores, que al final lo más importante al dar regalos es la calidad de los mismos, y ésta no se define por cuánto cuesta, si no por el simbolismo detrás de él: por qué seleccionaste ese objeto, con qué propósito, por qué nos recordó a la otra persona, qué interés representa, o a qué experiencia les recuerda.

Al final lo más importante es demostrar el cariño. Ya lo demás sobra.

 

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