Desde que desapareció la Unión Soviética en 1991, la estrategia de seguridad nacional imperial de la Casa Blanca ha estado en busca de algún argumento para seguir manteniendo el control, la seguridad, los recursos naturales y el régimen político de países subordinados al modelo productivo capitalista de Estados Unidos.

El presidente Biden acaba de realizar una Cumbre Mundial por la Democracia para refrendar su dominio sobre Occidente, justo ahora que Rusia y China están expandiendo sus relaciones económicas e ideológicas sobre territorios pertenecientes a la órbita estadounidense.

Con sensatez y estrategia, el presidente López Obrador no asistió a la reunión convocada por Biden ni permitió la presencia del canciller Marcelo Ebrard Casaubón, dejando la representación a nivel de embajador en Washington. Más que un desdén, se trató de una estrategia de seguridad nacional a partir de los intereses mexicanos para negarse a subordinar a México a los intereses geopolíticos de la Casa Blanca.

Con el apoyo del sector conservador de los históricos miramares -aquellos mexicanos que fueron al Castillo de Miramar a ofrecerle el imperio mexicano a Maximiliano- y hoy disfrazados de derecha sistémica demócrata-capitalista, el Gobierno estadounidense quiere subordinar el proyecto mexicano a la lógica imperial de una nueva fase de guerra fría capitalista-socialista.

Todos los gobiernos mexicanos de la época posrevolucionaria buscaron el beneplácito de la Casa Blanca a costa de ceder la soberanía mexicana; en cambio, la estrategia de seguridad nacional civil y militar del Gobierno lopezobradorista mantiene una autonomía relativa basada en los intereses nacionales mexicanos.

Además, la postura mexicana ha bloqueado el proyecto de la Casa Blanca de apuntalar a la oposición conservadora-liberal. Se trata, pues, de una estrategia mexicana nacionalista de seguridad nacional como muro al expansionismo de dominación estadounidense.

Zona Zero

  • Quince años se cumplieron del inicio de la guerra de Calderón contra el narcotráfico, 52 años desde la agresiva Operación Intercepción de Nixon, 39 años desde la incorporación de la seguridad nacional al Plan Nacional de desarrollo, 37 años desde el asesinato de Manuel Buendía como el primer narcocrimen de Estado y 32 años del primer acuerdo México-EU sobre proyectos de seguridad… y las cosas han empeorado.

 

(*) Centro de Estudios Económicos, Políticos y de Seguridad.

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