Foto: Armando Yeferson Acuden a la Basílica con mantas, cobijas, chamarras, tiendas de campaña, por aquello de que es invierno y para el anochecer será difícil emprender el camino a casa  

Caminan sobre la lateral de Avenida Zaragoza, con cuadros y figuras de la Virgen de Guadalupe a cuestas; en su rostro se nota el cansancio y algunos hasta parecen arrastrar los pies. Es la fe lo que los mueve a peregrinar para visitar el santuario del Tepeyac.

Otros, en una peregrinación diferente, circulan en moto en los carriles centrales de la misma avenida; algunos también traen figuras y cuadros a cuestas. Un par portan gorras en vez de casco, como si confiaran más en la protección divina que en la terrenal.

Acuden a la Basílica con mantas, cobijas, chamarras, tiendas de campaña, por aquello de que es invierno y para el anochecer será difícil emprender el camino a casa.

Y es que aunque el Gobierno local pidió a los peregrinos que, debido a la pandemia de Covid-19, no se quedaran a dormir, miles no tienen a donde ir.

Duermen sobre cartones, sobre las cobijas que no van a mitigar ni un poco la dureza del cemento, con las mochilas como almohadas… Pero arropados por su fe, agradecidos por tal o cual favor con la santa patrona de México.

Algunos traen comida, otros confían en la bondad de la gente, en quienes sin necesidad de peregrinar pueden visitar la basílica cuando quieran y por ello se ponen en el camino de los peregrinos, para ofrecerles guisados caseros, sandwiches o café caliente.

Al final, para ellos es otra forma de agradecer a la virgencita.

LEG