Apenas en abril de 2021, el presidente López Obrador propuso desaparecer el Instituto Nacional Electoral (INE), ese órgano que garantiza la no intervención del Gobierno de la República en la organización de las elecciones federales. Al respecto dijo: “El colmo es que (el INE) no es para hacer valer la democracia, sino para que no haya democracia.

Antes, con el régimen autoritario, antidemocrático, (y) corrupto, se necesitaba para hacer los fraudes, para que quedaran los mismos, para que siguiera el saqueo. Por eso ganan muchísimo, el presidente del INE (Lorenzo Córdova) debe de estar ganando como 200 mil pesos mensuales”.

El anuncio—obviamente—desató diversas alarmas. El historiador del Colegio de México, el Dr. Javier Garcíadiego, declaró por aquellas fechas que desaparecer el INE “sería suicida, sería una contramarcha histórica y además sería contra la voluntad popular”. Esto último porque, según la Encuesta Nacional de Cultura Cívica 2020 (INEGI), el INE es la tercera institución en la que más confían los mexicanos con 60.5%, solo superada por el Ejército y la Marina (69.1%), y la Guardia Nacional (64.6%)—de acuerdo con El Financiero, este nivel de confianza (61%) en el INE se mantenía para mayo de 2021—.

Con el paso de los meses, ha quedado claro que existe un abierto intento presidencial por hacer “quedar mal” al INE y, por ende, debilitarlo con miras a que desaparezca.

Primero, López Obrador dijo que se sometería a la consulta de revocación de mandato—un proceso de la misma dimensión logística que una elección federal, con un costo de alrededor de 4 mil millones de pesos—porque es un gran demócrata; la celebra como un triunfo social y pide a la ciudadanía participar. Acto seguido, MORENA y sus aliados en la Cámara de Diputados—es decir, el propio López Obrador—, le quitan al INE casi 5 mil millones de presupuesto. En respuesta, el INE declaró que el recorte, evidentemente, pone en riesgo el financiamiento de la consulta de revocación.

Ante esto, ¿cómo reaccionó el presidente, MORENA, y el obradorismo en general? Acusando al INE de autoritarismo y de querer frenar “la democracia participativa”. Ese viejo modelo de construir una crisis inexistente para después crear un culpable, es muy común entre demagogos como el tabasqueño.

Sin embargo, ¿para qué quiere López Obrador destruir al INE? Ojo: esta pregunta es más complicada de lo que parece. La respuesta más obvia es para aumentar su injerencia en las elecciones. Eso es claro. Pero la verdadera interrogante—la de fondo—es, ¿para qué quiere mayor injerencia en las elecciones? Porque no seamos ingenuos: desaparecer al INE no es un fin en sí mismo; es un medio para algo más.

Las teorías son esencialmente dos y no se excluyen entre sí: 1) López Obrador quiere vengarse de la élite burocrática del INE por el inexistente “fraude” de 2006 que, a sus ojos, avaló el antiguo Instituto Federal Electoral (IFE); y 2) el presidente quiere restituir el control gubernamental sobre las elecciones porque añora aspectos del viejo régimen cuasihegemónico priista—propiamente, la facultad supraconstitucional del Ejecutivo de designar gobernadores, alcaldes, diputados, senadores, entre otros—.

Sea cuál sea la intención obradorista real tras un mayor control sobre las elecciones, ningún fin noble o democrático puede surgir de la destrucción del INE. Los mexicanos no debemos olvidar nuestra historia reciente; habiendo vivido bajo el control excesivo del gobierno durante buena parte del siglo XX, deberíamos reconocer el valor de la libertad política y, sobre todo, cuando está en riesgo. Como hoy, por ejemplo.

@AlonsoTamez