Entre fiestas anuladas, toques de queda y otras restricciones, el mundo inició su entrada en 2022 tras otro año de pandemia en el que, pese al despliegue de vacunas, la variante ómicron de la covid-19 provocó un auge imparable de contagios.
Los últimos doce meses dejaron un cambio de presidente en Estados Unidos, unos Juegos Olímpicos sin espectadores, sueños de democracia rotos desde Afganistán a Birmania o Nicaragua y la imagen de Leo Messi sin la camiseta del Barcelona.
Pero fue la pandemia, que entra en su tercer año, la que ha dominado nuevamente la vida de gran parte de la humanidad. Más de 5.4 millones de personas han muerto desde la detección del virus en el centro de China en diciembre de 2019.
Más de 280 millones contrajeron el virus según un balance de AFP basado en datos oficiales, aunque la cifra real puede ser muy superior.
Y casi toda la humanidad se ha visto arrastrada por un vaivén de confinamientos y restricciones en función de la evolución de la pandemia.
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Las vacunas brindaron esperanza, con más de 60% de la población mundial inmunizada. Pero su distribución ha sido desigual, especialmente en países pobres, lo que ha facilitado la emergencia de nuevas variantes.
La última de ellas, ómicron, ha provocado por primera vez más de un millón de contagios en una semana, según un recuento de AFP.
Países como Estados Unidos, Reino Unido, España, o Argentina también han registrado récords de nuevas infecciones diarias.
Seis toneladas de fuegos artificiales
La nación de Kiribati, situada en el Pacífico, se convirtió en la primeras en dar la bienvenida al nuevo año a partir de las 10H00 GMT.
Sídney, la mayor ciudad de Australia y una de las primeras en recibir el año 2022, lanzó seis toneladas de fuegos artificiales, iluminando su icónico puerto.
A diferencia de 2020, el espectáculo reunió a decenas de miles de personas, después de que Australia abandonara este año su estrategia de erradicación del virus y buscara convivir con él.
Pero la afluencia quedó muy lejos del habitual millón o más de asistentes. Los turistas aún no pueden ingresar al país y muchos residentes temen la rápida propagación de ómicron.
“Esperemos que 2022 sea mejor para todos”, dijo Oscar Ramírez, de 31 años.
En los Emiratos Árabes Unidos, Dubái celebró la llegada de 2022 con 36 fuegos artificiales lanzados en 29 lugares distintos. A primera hora de la tarde, ya se habían reunido grupos de personas para observar el espectáculo en la torre más alta del mundo, el Burj Khalifa, de 828 metros.
En Túnez, las autoridades cancelaron a última hora los festejos previstos en la avenida Bourguiba, la vía central de la capital, por el aumento de los contagios.
En Río de Janeiro, que suele reunir a millones de personas en la playa de Copacabana, el festejo reunió menos público por la lluvia y las restricciones sanitarias.
Donde normalmente habría una multitud regada a alcohol y música, grupos dispersos de turistas brasileños y extranjeros paseaban por la rambla de Copacabana horas antes de la medianoche bajo una llovizna intermitente.
Mientras en Times Square de Nueva York, los eventos oficiales se reducirán, pero igualmente se esperan multitudes.
Fiestas a medias
Pero ante la ola de casos provocada por la contagiosa nueva variante, muchos gobiernos han decidido recuperar las restricciones.
En París, donde se canceló el tradicional espectáculo de fuegos artificiales de Nochevieja, miles personas, mucho menos que antes de la pandemia, pasearon por los Campos Elíseos, donde la policía controlaba uso de mascarillas, nuevamente requerido.
Ciudad de México, Sao Paulo o Bangkok cancelaron sus celebraciones de Año Nuevo, Grecia prohibió la música en bares y restaurantes y el papa Francisco suspendió su habitual visita de Nochevieja al pesebre de la plaza San Pedro y no presidió la ceremonia de la víspera de fin de año.
En Holanda, las autoridades prohibieron los fuegos artificiales por segundo año consecutivo, para evitar que las lesiones relacionadas con su lanzamiento supongan una carga adicional a los servicios sanitarios.
Sin embargo, un niño de 12 años murió y otro resultó gravemente herido mientras, al parecer, observaba cómo un adulto lanzaba fuegos artificiales, según la policía.
En España, la mayoría de ciudades anularon sus festejos públicos, pero no Madrid, que permitió a 7 mil personas comerse las uvas en la Puerta del Sol al ritmo de las campanadas del reloj de la plaza.
Había menos de la mitad de las 19.000 personas que caben en la famosa plaza madrileña, y la mascarilla fue obligatoria salvo para comer las uvas, pero las distancias eran más bien cortas.
“Estamos todos pegados unos con otros, es imposible, [pero] el que quiere venir aquí ya sabe a lo que se expone”, declaró Arantxa Concepción, una integradora social de Beasáin (norte).
Para muchos, en Bombay, Barcelona o Montreal, la fiesta deberá terminar antes por los toques de queda impuestos contra el virus.
En Sudáfrica, donde se detectó a finales de noviembre la nueva variante, la presidencia decidió lo contrario: levantar el toque de queda justo antes de Año Nuevo, tras dar por superado el pico de contagios causado por ómicron.
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Pero la Organización Mundial de la Salud no quiere bajar la guardia y advierte que el “tsunami” de contagios puede poner a los sistemas sanitarios “al borde del colapso”.
LV