En Afganistán, un territorio en conflicto que hasta 2019 contaba con más de 18 millones de mujeres, al menos 87% de ellas ha sufrido algún tipo de violencia física, sexual o psicológica, según datos de Naciones Unidas. Pero si antes de agosto del 2021 las opciones de denuncia y refugio eran escasas, las pocas que aún existen peligran bajo la administración del nuevo régimen Talibán.
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“Mi cabeza pegó con un clavo y casi morí”, recuerda Fatema, una joven de 22 años que fue casada a los siete con un hombre con edad para ser su bisabuelo, sufriendo abuso, violencia y hambre hasta que se cansó. Hoy, tras el regreso al poder del Talibán, Fatema teme perder su hogar en un refugio para mujeres agredidas donde, igual que ella, muchas llegan huyendo de la violencia de género presente en la cultura.
Antes del retiro de tropas estadounidenses en agosto del año pasado, había 24 de estos lugares en todo el país, y eran financiados por organizaciones de la comunidad internacional.
Tras la toma de Kabul, las refugiadas afganas viven la incertidumbre de no saber cómo actuará el oficialista ante la existencia de estos lugares pues, aunque han declarado que no serán tan restrictivos como en su anterior gobierno, poco a poco dictan nuevas prohibiciones para ellas.
LEG