Al escribir esta columna, la probabilidad de que por primera vez se realice una consulta de revocación de mandato contra el presidente de México el 10 de abril de 2022, es muy alta.

Pero más allá de las pugnas presupuestales entre el INE y los poderes Ejecutivo y Legislativo, los mecanismos de revocación presidencial en otros países de América Latina nos sirven para entender los usos políticos, limitaciones y posibles mejoras de la herramienta.

En “La revocación del mandato en las democracias de América Latina” (2021), el profesor Carlos Garrido López, de la Universidad de Zaragoza, explica que algún tipo de revocación está presente en diversas legislaciones latinoamericanas, “al punto de convertirse en una de las señas distintivas de la región” (p. 325); no obstante, solo Ecuador, Bolivia—democracias electorales frágiles—y Venezuela—una dictadura—la contemplan para la presidencia.

En 1998, Ecuador aprobó la revocación de alcaldes, prefectos y diputados. Después, en la Constitución de 2008, la extendió a todos los cargos de elección, incluida la presidencia.

En su artículo 105 aclara que “durante el periodo de gestión de una autoridad podrá realizarse solo un proceso de revocatoria”, algo que copia la Ley Federal de Revocación (2019) en México.

Bolivia plasmó en su Carta Magna de 2009 la revocación del presidente, vicepresidente y de ocho de los nueve gobernadores. Evo Morales ofreció someterse a ella para legitimar el proceso constituyente de ese año que, según la oposición, ampliaba de forma desmedida sus poderes. El 10 de agosto de 2008, él y su vicepresidente obtuvieron el 67.4% de los votos a favor de su permanencia.

En Venezuela, “el colapso del sistema de partidos abonó el terreno para la introducción de la revocación (…) en la Constitución de 1999” (p. 349-350)—caso distinto al de México, donde el principal promotor del mecanismo desde 2018 ha sido un presidente con 64.6% de aprobación promedio en tres años (Moreno, 07/01/22)—. El 15 de agosto de 2004, en un clima de fuerte polarización, Hugo Chávez se sometió a una revocatoria y el 59.1% votó a su favor.

Evo y Chávez usaron la revocación como un ejercicio de movilización y narrativa; es decir, para saber con quienes contaban, enseñar músculo político, y aumentar sus credenciales “democráticas”. El problema es que ambos usaron los resultados favorables—la reafirmación del “pueblo”—como excusa para seguir concentrando poder. ¿Así pasará en México.

LEG