Esta frase quedó acuñada como un clásico de la política americana en tiempos de Bill Clinton (it’s the economy, stupid!) para definir la obviedad de una situación y que en muchas ocasiones los políticos son incapaces de comprender y solucionar.
En México coexiste en AMLO una dualidad muy peligrosa: el político autócrata, altamente popular y un mal gobernante, sin conciencia de su pésimo desempeño en materia económica. No está claro si su gabinete, asesores y consejeros lo tienen claro, pero visto lo visto, o son ignorantes o perversos.
El Presidente ve a la economía como una materia casi despreciable. Ha sostenido una pésima relación con sus secretarios de Hacienda –el actual prácticamente no existe- que han terminado hartos de la ineptitud del Ejecutivo federal y sus más cercanos colaboradores. De los factores de la producción -tecnología incluida- no han atendido ninguno de forma satisfactoria.
En materia laboral, se había generado una gran expectativa por parte de los trabajadores, sindicatos y, sin duda, de parte de muchos empresarios que ven en la inequidad salarial una de las causas de la debilidad del mercado interno. Hoy existe un desencanto absoluto. A pesar de ser una de las economías más importantes del mundo, los salarios tienen un rezago vergonzoso comparados con nuestros principales socios comerciales.
Su crítica a las clases medias se basa en las aspiraciones que éstos tienen a progresar, educarse y al menos mantener su actual nivel de vida. Hoy las clases medias mexicanas, base del consumo de nuestra economía, están acosadas y amenazadas. Ven cómo la inflación devora sus ingresos y la incapacidad del Gobierno federal en generar condiciones y oportunidades de desarrollo.
La demolición de las instituciones gubernamentales que hacen viable el desarrollo económico -Banco de México incluido- y la falta de inversión en infraestructura han provocado una pérdida de competitividad en casi todas las áreas de la economía nacional. La banca de desarrollo prácticamente ha desaparecido y con ella una de las plataformas del desarrollo integral que requiere el país. La intervención del Presidente en el Banco de México es, sin duda, negativa, y las consecuencias ya están presentes, alza en las tasas de interés y la inflación en niveles alarmantes. Próximo paso, ¿control de precios?
La relación de AMLO con el capital -nacional y extranjero- es confusa e inestable. “Dócil” con Estados Unidos y adverso a la Unión Europea. En un contexto cada vez más dependiente de los factores externos y un mercado interno notablemente debilitado, no ha sabido tejer una relación constructiva con los empresarios nacionales, provocando, entre otras cosas, una fuga de capitales como no se veía desde la década de los 70.
Los tres proyectos estelares del régimen no tendrán ningún impacto ni en el empleo ni en el desarrollo económico nacional o regional en el corto o mediano plazo, y sí generarán deuda y gasto permanente.
El Presidente y su gabinete económico no entienden la relación fundamental entre la tecnología y la economía. El país resiente el rezago de inversión en áreas como: informática, comunicaciones, ciencia, nuevas alternativas energéticas, etc. El país se va diluyendo como destino de inversión por falta de visión tecnológica. El régimen no entiende el futuro.
Sr. Presidente, si en alguna reunión de su gabinete algún secretario, asesor o consejero pregunta, ¿cuál es el principal problema que afecta a los mexicanos más necesitados? No lo dude y respóndale: ¡Es la economía, estúpido! (y despídalo de inmediato).
@Pancho_Graue