Continúan los retrocesos institucionales durante esta administración. Ha sido un proceso de desarticulación de muchos organismos del Estado para intentar dar paso a un esquema de Gobierno sostenido únicamente por una persona.

Es tan clara esa idea de pretendida autocracia que el propio presidente Andrés Manuel López Obrador cree que debe dejar un “testamento político” para que México sepa qué hacer ante su eventual ausencia.

Además de la evidente intromisión en muchos organismos autónomos, e incluso en otros poderes de la Unión, hay otra víctima de esa estrategia autocrática de la 4T y es el Gobierno de la Ciudad de México.

No deja de ser paradójico que fue la izquierda la que logró que el Distrito Federal consiguiera sacudirse de esa figura de la regencia subordinada, cuando el gobernante en turno era designado y estaba a las órdenes del poder ejecutivo federal.

En 1997 el ingeniero Cuauhtémoc Cárdenas arrasó en las primeras elecciones democráticas de la capital del país e inició un proceso de autonomía para la que a la postre cambiaría su nombre a Ciudad de México y así abandonar su condición de entidad sometida en la figura de un Distrito Federal.

Lamentablemente hoy, en los hechos, la CDMX regresó al estatus de ser una entidad gobernada por el Presidente de la República a través de terceras personas que fungen como regentes.

La política de esta ciudad se dicta en Palacio Nacional. Es el Gobierno federal el que dicta las condiciones, por ejemplo, del semáforo epidemiológico. En las mañaneras se asume cualquier control de daños de lo que ocurra con la jefa de Gobierno, Claudia Sheinbaum.

Esta funcionaria ya está abiertamente declarada como favorita presidencial en la carrera sucesoria y puede Sheinbaum ser fiel caja de resonancia de todas las opiniones presidenciales, pero, tomar acciones de gobierno en contra de los opositores, en línea con los adversarios que todos los días recuerda López Obrador que tiene, es algo que no debería asumir un gobernante electo.

Después de las elecciones intermedias del año pasado, cuando la Ciudad de México quedó partida en dos por las preferencias electorales, el que más insistía en mostrar esa imagen era el propio Presidente en sus mañaneras.

Habló de una guerra sucia y a partir de esa derrota el Presidente y sus subordinados en la ciudad emprendieron un ataque abierto en contra de las clases medias. Aspiracioncitas y sin escrúpulos morales, les dijo López Obrador a los de esa mitad de la ciudad que no votaron por ellos.

Con ese rencor expresado, ahora se pasa a la acción. El Gobierno de la Ciudad de México, con argumentos muy baratos, dicta un aumento de 35% en la tarifa de agua a los que usen más agua que el promedio, pero solo en colonias gobernadas por alcaldías opositoras.

Si el que usa mal el agua está bajo el manto protector de los gobiernos de Morena no tiene que pagar el desperdicio. Solo los de la mitad de los “aspiracioncitas sin escrúpulos” tienen el incremento a secas.

Hay pues una renuncia a gobernar para todos y honrar el esfuerzo de las izquierdas que lograron la autonomía de la capital del país.

 

@campossuarez