Hay familias donde los hermanos, hijos, primos y parentela en general se llevan aparentemente bien -aunque en realidad se odien- pero, cuando se enteran que el “pater familias” ya ha hecho su testamento, la familia se pone muy nerviosa. ¿Qué me dejará a mi?, ¿Ya se va a morir por fin? ¿Cómo se repartió el testamento? Aquella fingida armonía se torna en abierta batalla por la herencia, por el favor del patriarca y por verse al fin, al frente de los negocios de la familia. Fingir lealtad, mentir, traicionar o aliarte con tu peor enemigo. Todo se vale por la herencia.

Pues resulta que en la familia morenista todo iba sobre ruedas, hasta que un día papá Andrés anunció, ante todos, que tenía sus favoritos -lo que puede ser normal en familia- y que algún día alguno de ellos ocuparía su silla. Otros miembros de la familia ni siquiera fueron considerados, fueron borrados del testamento. Algunos ya lo veían venir, pero siempre hay un pariente rebelde, que jura que eso no se va a quedar así como así. Reta al patriarca de frente y a los favoritos a pelear en igualdad de condiciones.

Pero súbitamente papá Andrés anuncia -con melodramática foto incluida- que, por aquello de que se pueda morir, ya hizo su testamento político para garantizar la continuidad de la transformación (cita textual).

Ningún gobernante, que se considere mínimamente democrático tendría un desplante de esa naturaleza. El generalísimo Francisco Franco, que no era precisamente un demócrata, dejó también un testamento político para dejar “todo atado y bien atado”. ¿Pasaremos de tener un Presidente a un presidentísimo?

¿Qué tipo de país piensa AMLO que gobierna? ¿Nos considera acaso como su propiedad particular, donde pueda regir nuestro presente y dictar también nuestro futuro? ¿Quién asegurará el cumplimiento forzoso de su testamento? Hay mucho que aclarar.

Si el Presidente tenía la intención de tranquilizar al país ante el riesgo de su probable muerte, ha logrado exactamente lo contrario. Ha mostrado su rostro más autoritario y antidemocrático.

Los posibles herederos del Presidente -Claudia Sheinbaum, Marcelo Ebrard y Adán A. López- no han hecho una sola declaración al respecto del testamento político del Presidente. Ni tampoco lo ha hecho el hijo desobediente, Ricardo Monreal. Están obligados.

Alguien dentro de Morena, y sin duda desde la oposición, debería de recordarle al presidente López Obrador que los únicos que podemos decidir sobre la continuidad o no de la 4T somos los ciudadanos con nuestro voto. Nadie más.

Muchos mexicanos esperaban que el dedazo sería una práctica destinada a desaparecer y que la democracia partidista -por imperfecta que fuese- garantizaría que prácticas políticas disfrazadas de democracia no se volvieran a repetir en México. Nos equivocamos de cabo a rabo.

La develación de que el Presidente cuenta con un testamento -y un heredero/a- es una regresión sin precedente en México; ni siquiera Porfirio Díaz se permitió una simulación de ese tamaño. Hasta para ser dictador hace falta un poco de congruencia. Se es o no.

Claudia Sheinbaum es sin lugar a duda, quien cumple con el perfil de heredera de AMLO y es quien, además, estaría en total disposición de ser garante de su testamento político (un testamento está hecho para cumplirse). Sin embargo, Ebrard y Monreal tienen la oportunidad de oponerse e impugnar a nombre de muchos mexicanos progresistas el testamento de AMLO. Se puede o no coincidir en la transformación que propone López Obrador, pero nadie debe oponerse a la libertad que se expresa a través de los votos, al menos no por un testamento.

Unamuno lo tenía claro: “Venceréis, pero no convenceréis porque os falta razón y derecho”.

@Pancho_Graue

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