Desde hace meses Jaime notó algo distinto a la hora de comer en familia, situación que se amplificó ante las insistentes quejas de su esposa sobre la necesidad de más dinero para los gastos del hogar.
Cuando el albañil se sienta a comer ya no hay oportunidad de repetir porción, pues las piezas de carne son más modestas o son sustituidas por leguminosas (como frijoles o lentejas), y el agua con fruta natural es sustituida por agua simple.
En las mañanas y en las noches sucede algo similar. Acostumbrado a desayunar y cenar pan de dulce, se tuvo que conformar con bolillos que complementa con mantequilla y azúcar, y la leche en casa es escasa, por lo que fue reemplazada por café de olla o té de canela.
La situación por la que pasa Jaime y su familia está ligada a los incrementos generalizados y constantes de los precios de los alimentos en México, que al cierre de 2021 se ubicaron en 7.36% a tasa anual.
Pese a su desaceleración en enero a 7.07%, la inflación general se muestra alta en comparación con el 3.54% registrado en enero de 2021.
“La vida ya está bien cara. Aquí hay de dos: vivir ahí modestamente o pobremente o trabajar doble. No hay de otra”, dicen Jaime, quien ahora también trabaja en una maderería para completar el gasto del hogar.
Desde finales del año pasado, el Banco Mundial apuntó que la inflación en los precios de los alimentos aumentó en la mayoría de los países, causando estragos en la población con menores ingresos, quienes, además de la pandemia por el Covid-19, se enfrentan a la inseguridad alimentaria.
El aumento de la inflación combinado con la disminución de ingresos por el impacto económico de la pandemia, “implica que más y más hogares están reduciendo la cantidad y la calidad de su consumo de alimentos”, refirió el organismo internacional en un reporte sobre la inseguridad alimentaria y el Covid-19 publicada en diciembre pasado.
“Numerosos países están experimentando una elevada inflación de precios de los alimentos a nivel minorista, lo que obedece a la escasez de mano de obra, la fuerte subida del precio de los fertilizantes, las devaluaciones monetarias y otros factores”, indicó.
“El alza del precio de los alimentos afecta más a la población de los países de ingreso bajo y mediano, que gasta en alimentos un porcentaje mayor de sus ingresos que la de los países de ingreso alto”, agregó.
En el caso de México, entre enero de 2021 y enero 2022 hubo productos de la canasta básica que tuvieron alzas constantes, como la carne de res y el pollo, que registraron hasta 10 y ocho incrementos mensuales, respectivamente, de acuerdo con datos del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi).
En la Ciudad de México, el precio máximo del bistec de res al 11 de febrero estaba en 204 pesos el kilo, mientras que en la misma fecha de 2021 se podía adquirir en 169 pesos, es decir, un incremento de 21%, según cifras de la Secretaría de Desarrollo Económico.
Y aunque las carnes fueron los productos que mayor número de alzas mensuales registraron en el periodo, también hubo alimentos que, aunque tuvieron menor cantidad de aumentos, fueron suficientes para encarecerlos, como el jitomate y el tomate.
El análisis del Banco Mundial no es ajeno a la realidad de los mexicanos, quienes reconocen que el costo de la vida o la manutención de una familia ha aumentado de manera significativa en los últimos meses.
Estela es madre de dos niños y reconoce que en ocasiones ella y su esposo ceden los mejores alimentos a sus hijos, pues el dinero no alcanza para brindar la misma alimentación a toda la familia.
“Cuando se hace caldo de pollo, les dejamos las piezas de carne a los niños y ya en ocasiones, nosotros nos completamos con el puro caldo y un arroz o sopa”, comparte.
Debido a que el salario de su esposo está estancando, Estela ha optado por alternativas alimenticias. En vez de preparar una tinga de pollo, reemplaza la carne con zanahoria, aunque reconoce que en el rendimiento físico no es lo mismo, pues les da hambre pronto.
Reducen el consumo de carne, pollo y fruta
En casa de Vanessa González, empleada de una sucursal bancaria, ha bajado considerablemente el consumo de carne y fruta, situación que lamenta porque antes era lo que nunca faltaba.
“Sí nos ha llegado a afectar en demasía el alza de los precios. Antes en mi casa comprabamos entre tres o cuatro kilos de carne y pollo, pero ahora solo compramos un kilo de cada uno. Antes no podía la faltar la fruta, pero con todo esto, solo compramos para lo que nos alcanza. De igual forma con el limón, ahora como está más caro lo dejamos de consumir”, refiere.
Menos refresco y más agua en reuniones familiares
Óscar Fragoso, empleado en una empresa de mensajería, comparte que el consumo de refresco se suspendió los fines de semana, cuando se reúne con su familia más amplía, pues se llegan a juntar hasta 23 integrantes, por lo que no hay bolsillo que alcance.
“Cuando nos visitan nuestros familiares, de plano ya no compramos porque es un gasto excesivo y ahora solo tomamos agua; también comemos menos carne, antes comíamos unas tres o cuatro veces a la semana, ahora solo lo hacemos una o dos veces, y la sustituimos por pollo o pescado, que son un poco más baratos”, constrasta.
Le bajan al consumo de tortillas y carne roja
La dentista Graciela del Pilar señala a la carne y las tortillas como algunos de los alimentos que más han subido y que más le han impacto junto con su esposo.
“La carne está muy cara en cualquier lado, he tratado de comprarla en diferentes lugares y el costo solo baja unos cinco pesos. La tortilla también nos preocupa porque el kilo ya llega por arriba de los 20 pesos, y es uno de los alimentos principales en nuestra dieta, no la hemos dejado de consumir, pero sí tratamos de ya no comerla tanto”, dice.
LEG