Un año, una noche, la película española que cuenta el ataque yihadista contra la sala de fiestas del Bataclán en París en noviembre de 2015, se estrenó ayer en la Berlinale, mientras que Francia revive el trauma a través del juicio.
El director español Isaki Lacuesta, ganador de dos Conchas de Oro en San Sebastián, narra el peor episodio de aquel atentado terrorista múltiple.
De los 130 muertos que causaron los ataques en la noche del 13 de noviembre de 2015 en París, 90 cayeron bajo las balas de tres terroristas en el Bataclán, una sala de conciertos.
La película compite por el Oso de Oro, que será anunciado el miércoles. El argentino Nahuel Pérez y la francesa Noémie Merlant interpretan a una pareja que sobrevive a la tragedia, Ramón y Céline.
Ambos salen marcados por el suceso. Pero su reacción será diferente, y eso obligará a replantearse sus vidas y su relación mutua.
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Un año, una noche está basado en el relato de Ramón González, un superviviente español de los hechos.
Su libro, Paz, amor y death metal se publicó en España en 2018. En él cuenta cómo decidió abandonar su trabajo de ingeniero, reconstruir su vida tras la experiencia.
Mientras que Céline decide obstinadamente no contar nada a nadie y seguir adelante con su trabajo.
Otro español, Ramón Campos, productor de cine, se hallaba también en París esa noche fatídica, con su familia. Cuando llegaron las noticias de los ataques, tuvo que volver rápidamente al hotel con su familia.
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“Al día siguiente me fui a caminar solo por la ciudad, y me sobrecogió el silencio, las miradas de desconfianza entre la gente que había en París. Y desde entonces me quedé obsesionado”, explicó este en rueda de prensa en Berlín.
“El título creo que describe lo que buscábamos con la película: Cómo –Ramón y Celine– intentan aprender a vivir de nuevo y sobre todo cómo intentan no renunciar al rock and roll, al amor, a las experiencias colectivas”, indicó por su parte Isaki Lacuesta.
Y al mismo tiempo, la película apuesta por reconstruir lo que sucedió dentro de la sala, centrándose exclusivamente en las víctimas.
La cámara muestra los disparos, los gritos, el pánico, en un ejercicio delicado de testimonio y ficción para el que contaron con la colaboración, durante el rodaje, de las propias víctimas.
“Nos llegamos a plantear no mostrar nada del atentado, y sentimos que eso habría sido traicionar a las personas que estaban allí. La típica coartada de cine de autor, en la que dejas fuera de campo lo que te da miedo mostrar”, explicó Lacuesta.
LEG