Para mí, muchas veces el 14 de febrero va y viene. No es porque sea detractor del amor, ni mucho menos. Sino porque no lo considero un día para celebrar las amistades y el amor como tal, cuando trato de cultivar la cosecha de mis relaciones todos los días.
Sin embargo, aprovechando la ocasión del pasado lunes, haré énfasis en una trampa disfrazada de chocolate, una capaz de arruinar cualquier tipo de relación y que por desgracia está oculta en plena vista: la idealización de cualquier tipo de relación.
Antes observada como la persona capaz de sacarnos de cualquier tormento posible, y ahora con esa representación puesta en el espejo. Porque sí, el amor propio, así como la cultura hacia él, está invadiendo las cuentas de redes sociales. Y tanto bombardeo de no tolerancia puede también provocar ceguera, convertirnos en seres crueles, incapaces de ver a los otros seres humanos como eso: humanos. Al final se trata de poner todas las cosas sobre una balanza, evaluar cada relación por su conjunto, no por la idea de lo que un amix debe ser o las cualidades de una próspera o actual pareja.
Quien más sabe qué tanto aporta o no una relación a nosotrxs somos nosotrxs mismxs. Ni la cuenta más mindfulness sabrá la verdad absoluta de cada situación particular, porque no tiene idea de cada contexto.
Es una mezcla entre ser lo suficiente para cumplir las necesidades afectivas y admitir que, al ser seres sociales por naturaleza, necesitamos de la convivencia con otra gente para estar bien. No es justo para nadie esperar seres perfectos con quienes salir, ni tampoco cumplir diario con tener siempre la respuesta correcta, la cara en alto ante la adversidad, o poder tener la energía y la cabeza fría en cada instante. Cometer errores es parte de crecer. Amarnos realmente es aceptar nuestras imperfecciones y no esperar ser Superman todo el tiempo.
Hemos vivido con una biblia sobre cómo se ve el amor puro y bueno. Las novelas, películas, series, canciones… casi todo el arte está empapado de ideas románticas sobre cómo debe ser la relación de pareja: el beso bajo la lluvia, la perseguida al aeropuerto, que las más fuertes amistades siempre, inequívocamente, se traducen en un deseo de querer ver a la otra persona en la cama.
Porque otra vertiente de idealizar es asumir cosas irreales de relaciones sanas por constitución, o seguir en un rol dañino en relaciones en suma venenosas o tóxicas. Es curioso porque lo antiguo apuesta por perdonar todo con tal de estar con alguien, como si estar solxs fuera tan malo. Mientras lo nuevo suele decirnos que la soledad es la nueva dopamina… eso tampoco es cierto. La vitalidad son las relaciones. Nos nutren: familia, amixes, galanxs, parejas… se trata de estar conectadxs.
Por eso la pandemia es tan difícil, por no poder unirnos tan libremente. Se trata de un híbrido entre amarnos y amar a la gente en su compleja, retorcida y bonita forma.
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