SILVIA SORIANO HERNÁNDEZ
Existen ciertos temas que aparecen con más frecuencia en algunos momentos, y que obligan a conocedores y a curiosos a querer saber más o a opinar profusamente sobre cierto tópico en particular. Cuando vivimos una pandemia como la actual, muchas palabras se repiten y a veces no siempre se comprende a cabalidad su significado: contagio, viral, aislamiento, inmunidad, entre muchas. Ahora me interesa retomar una idea que prevalece sobre certezas y dudas, particularmente en tiempos de crisis, como el actual: la incertidumbre, otro de los conceptos repetidos ampliamente.
Comienzo considerando a la incertidumbre como unida a la perspectiva del futuro. Cuando esta última se tambalea, se vuelve borroso el sentido de la vida en el presente, se ve amenazado. Y la amenaza del tiempo presente produce la incertidumbre. Los sujetos, colectivos o individuales, cuya perspectiva del tiempo futuro se ve oscurecida por determinada crisis, conocen, en mayor o menor profundidad, la experiencia de la incertidumbre. La crisis de identidad de un sujeto va acompañada, en la totalidad de los casos, de incertidumbre. Una crisis acontece en momentos históricos precisos, momentos que necesitan reinventarse, reorientar su rumbo. Toda crisis económica grande conlleva, correlativamente, una crisis en las subjetividades. La pandemia ha sido, para mucha gente, a lo largo y ancho del planeta, la palanca para hacer surgir a la superficie la experiencia de lo incierto, la crisis del futuro y la inestabilidad, presente en los diversos planos de la realidad humana.
El cambio en las subjetividades conduce, asimismo, a modificar muchos de los valores que se consideraban permanentes o inmutables y fortalece otros, que parecían escondidos, como el miedo a lo inmediato o a lo lejano, a lo posible y a lo inevitable. La muerte misma es vista desde otras perspectivas donde lo religioso, lo sobrenatural y lo inexplicable se cruzan y a veces nublan lo cotidiano. Los recuerdos de un pasado diferente brotan, pero no necesariamente se corresponden con lo que realmente pasó, esas remembranzas lejanas y a menudo idílicas, iluminan de cierta manera un futuro difuso. Suele pasar que mirar hacia el pasado es más estimulante que mirar hacia lo incierto de un futuro dudoso.
Asimismo, hay que enfatizar que la temporalidad es una de las razones que impulsan a buscar en el horizonte aquellos rayos de sol que el tiempo de tormenta ocultó, ya lo dice el dicho popular: “No hay mal que dure cien años…”, por lo que esa incertidumbre dejará su lugar, ni duda cabe, a otras impresiones donde la esperanza prevalezca. El ser humano es muestra indudable de resistencia y, frente a la adversidad, sobran las muestras de posibilidades ante sucesos que pronto se verán como pasados.
@silviasoriano5