La República de Malí es un estado situado en África Occidental, el octavo país más extenso del continente y un territorio rico en uranio, poniéndose en la mira de países europeos extractores, como Francia.
Desde 2013, Francia ha luchado contra el terrorismo yihadista en Malí, primero con la “Operación Serval” y después con la “Operación Barkhane”, lo que se convirtió en un problema de seguridad nacional para el país europeo, en virtud de que su industria nuclear depende en buena parte del uranio que explotan en la región del Sahel. Más del 75% de la producción de energía francesa depende de sus 58 plantas nucleares.
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A pesar de los casi nueve años de lucha, Francia no ha conseguido vencer al terrorismo en el país africano y, ante el descontento de la población, Malí ha optado por una alianza militar con Rusia.
En Malí aún coexisten cuatro misiones internacionales: las dos operaciones francesas de combate, Barkhane y Takuba (próximas a salir del territorio, según anunció Emmanuel Macron hace una semana). También se encuentran activas la misión de la ONU: Minusma, con más de 18 mil efectivos; y la misión europea EUTM-Malí, dedicada a adiestrar al ejército maliense, esta última cuenta con mil 100 militares de 25 países.
La salida de las tropas galas sucederá en los próximos seis meses, y trascendió que París y sus aliados en la zona adoptaron esta decisión en vista de los obstáculos cada vez mayores que las autoridades golpistas de Bamako han impuesto ante su presencia.
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Después de nueve años de intervención, esta retirada de tropas supondrá un fracaso para Francia y la Unión Europea, luego de que la operación Barkhane considere incompatible su presencia ante la entrada de Rusia, lo único que puede hacer Francia es desplazar sus fuerzas a otros países como Níger o Costa de Marfil, cediendo su poder militar en Malí.
En pleno año electoral, cualquier movimiento geopolítico puede jugar en contra de la reelección de Macron, y él parece estar consciente, nada es casualidad.
LEG