Pancho Graue

Pax Americana es la expresión utilizada para designar la supremacía de Estados Unidos (EUA) tras el fin de la Segunda Guerra Mundial, sobre el hemisferio occidental y Latinoamérica, y la paz y prosperidad que ese sistema generó para algunos países -y la guerra y ruina para otros- bajo su influencia durante la Guerra Fría.

Después de la pasada elección presidencial en EU, su influencia como hegemonía quedó severamente cuestionada, el presidente Biden ha transitado por una presidencia claramente mediocre -en lo interno y sin duda en su política exterior- y que de cara a la próxima elección intermedia, podría enfrentar una derrota casi inevitable y el resurgimiento de Trump como próximo candidato republicano.

Sin embargo, desde finales de enero Biden empezó a alertar sobre la posible invasión de Rusia-Putin a Ucrania, y dados los antecedentes de la guerra de Irak, más de un mal pensado imaginó que sería una intentona de Biden por distraer -ahora que está tan de moda- a la opinión pública norteamericana. Putin se reunió con los líderes europeos -de los que se burló hasta el cansancio- para ganar tiempo y poder concretar su alianza con China y aplicar la máxima política “el enemigo de mi enemigo es mi amigo”.

Putin decide entonces elevar su apuesta al máximo y el 24 de febrero inicia la invasión militar de Rusia a Ucrania, rompe todos los límites imaginables y se coloca en un punto de no retorno. Toca jugar a Biden.

Ante todo, el presidente Biden sabe que en una guerra convencional no hay ganador posible y, resistiendo la tentación militar, decide que no enviará fuerzas militares a Ucrania. Pero, sobre todo afina al máximo su instinto político y entiende que, por un lado, sería caer en el juego de Putin y sobre todo en el de Trump y los radicales republicanos.

Las intervenciones militares de EU de los últimos 60 años han sido en su gran mayoría un fracaso -Vietnam, Irak, Afganistán, etc.- y que han dejado una huella muy dolorosa en la memoria de la sociedad americana.

El objetivo de Biden entonces no es Putin, que está ya condenado al más absoluto fracaso. Tampoco puede auxiliar a Ucrania, no hay forma de evitar ni víctimas ni daños y además es un problema de Europa. Él lo advirtió.

Su objetivo es recuperar su papel de potencia hegemónica ante el mundo occidental para así enfrentar a su único real adversario: China.

Xi Jinping, presidente de la República Popular China, quedó atrapado en el peor de los escenarios posibles: su “más íntimo amigo” hasta hace unos días -Putin- es el enemigo más importante del mundo, incluyendo a su principal adversario: EU, con quién tiene una enorme codependencia comercial y financiera.

Por otro lado, Jinping no tiene duda de que el futuro de su amigazo está ya marcado irremediablemente y que antes o después habrá que prescindir de él. Nada que Jinping no haya hecho antes. Toca jugar a Biden.

Biden camina por la cuerda floja, pero al menos ahora tiene futuro y depende de sí mismo. Si mueve sus fichas correctamente tendrá en el mismo tablero a europeos, chinos, turcos, rusos y aliados, pero sobre todo tendrá con qué ganarle la partida a Trump y encarrilar de nuevo su presidencia. No es poco.

En lo doméstico, ¿entenderá AMLO que estamos -sí o sí- ligados al presente y futuro de Biden, y que tratar el tema de Ucrania con su personal desdén es en el más claro perjuicio de México? ¿O de plano es más importante el penacho de Moctezuma?

Marcelo, es la hora de cumplirle a México. Te toca jugar.

 

@Pancho_Graue

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