Bajo el maquillaje de Diana Torres, su mirada es firme y desafiante, la de una mujer acostumbrada a enfrentar el peligro y sortear a la muerte cada que escucha sonar la alarma de la Estación de Bomberos.
Su porte, pese a los 35 kilos de su uniforme y aditamentos, es orgulloso, ese orgullo que viene de pertenecer a un grupo de héroes, de los que han visto el infierno y aún así, pese al miedo, se lanzan hacia adelante cumpliendo su deber.
Diana es un elemento más del Heroico Cuerpo de Bomberos de la Ciudad de México, alguien que “por amor a la camiseta”, como ella dice, arriesga su vida por sus conciudadanos.
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Adscrita a la nueva base del cuerpo, ubicada en la colonia Agrícola Oriental, ella no sabe que hay vecinos que, durante la cena, comentan que duermen más tranquilos ahora que los bomberos están a un paso, pues antes la alcaldía Iztacalco no tenía una estación propia en su territorio.
“Te acostumbras al peligro”, dice Diana, quien además de bombera es paramédica, por lo que sus compañeros se alegran cuando está de servicio: tenerla cerca aumenta las probabilidades de éxito en cada misión.
Hay ocasiones, en las largas noches de guardia en la estación, que padece insomnio y, cuando logra cerrar los ojos, no duerme tranquila, pues siempre está pendiente de la alarma, lista para deslizarse por el legendario tubo al camión de bomberos y, luego, hacia el peligro.
De origen, la Estación Agrícola Oriental fue diseñada como incluyente, con dormitorios y baños especiales para mujeres, e incluso un área de lactancia con pañalera para las que son madres.
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Pero aún así, Diana extraña la Estación Central, donde se encuentra su otra familia, la que forjó con lazos nacidos del fuego, el humo, los gritos, el dolor, la gloria y, sobre todo, la bravura de una hermandad de verdaderos guerreros al servicio de la ciudad.
Agradecidos
Alejandro Martínez, director Operativo del Heroico Cuerpo de Bomberos, recorre la estación, orgulloso del nuevo espacio para sus elementos.
Con una sonrisa abierta en el rostro, narra cómo los vecinos se han acercado para regalarles comida y agradecer sus servicios, mientras que los más pequeños se detienen con timidez con dibujos en sus manos.
Emocionado, se acerca a la pañalera del área de lactancia y muestra su funcionamiento, y destaca que el espacio no solo servirá para las bomberas, sino para las vecinas de la zona que, cuando se encuentren en el Deportivo Leandro Valle y necesiten amamantar, podrán entrar a la estación por una puerta anexa.
Abre la puerta de un salón de clases, donde los bomberos con alguna especialidad enseñan a sus compañeros, transmitiendo conocimientos unos a otros para mejorar sus habilidades.
Pese a su rango, su felicidad es notoria ante las nuevas instalaciones, dignas y modernas para sus elementos. Se las merecen.
De niños, muchos sueñan con ser héroes. De adultos, algunos consiguen unirse a los bomberos.
LEG