DESASTRE. Una niña mira de frente a la cámara, a sus espaldas se levanta un muro de baterías, la basura de los habitantes de Gaza. El suministro de energía es inestable en la región, y quienes viven ahí colocan esta tecnología hecha de plomo y mercurio en sus techos para tener electricidad. El bloqueo que Israel mantiene sobre ellos impide que estas puedan ser llevadas a otros vertederos, así que se quedarán ahí, donde los responsables no cuentan con el equipo adecuado para manipular este tipo de deshechos.
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El escenario es similar en todos los vertederos alrededor del mundo, a donde va a parar 80% de las más de 11 mil millones de toneladas de desperdicio sólido que el ser humano produce anualmente, y de donde sale alrededor de 5% de las emisiones totales de gases de efecto invernadero.
En Atacama, la región desértica del norte de Chile, crecen las montañas de ropa que la industria del fast fashion bota con cada cambio de temporada, y que termina vistiendo a quienes se aventuran a buscar entre las 59 mil toneladas de ropa que llegan cada año.
Al otro lado del mundo, en la India, el vertedero de Ghazipur es una edificación de deshechos que ya supera en tamaño al Taj Mahal, y que debió ser cerrado en 2002, cuando llegó a su límite. En cambio, la basura se sigue acumulando a ritmo de 10 metros por año, mientras que las filtraciones contaminan el agua y el aire a su alrededor.
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