El Centro Histórico se caracteriza por ser un lugar de rituales. Ritos a los antiguos dioses en el Templo Mayor, misas en la Catedral, pero el ritual más grande es el de la compra-venta en las zonas aledañas al Zócalo.
El personaje central de ese rito es el comercio informal. Entre gritos, música a todo volumen y el paso de los automóviles, desde los puestos ambulantes se escucha el inconfundible “¡acérquese, chéquelo sin compromiso! ¡Levántele!”.
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Mochilas, ropa, juguetes, accesorios para celular, comida para quienes caminarán un largo trecho para encontrar lo que necesitan, refrescos preparados para aliviar el calor que sofoca a esta zona… todo esto atrae a miles de personas desde distintos puntos de la capital.
Como todo ritual, se necesita un sacrificio. La ofrenda es el espacio público. Las calles son casi impenetrables para quienes intentan atravesarlas en busca de una oferta o para los que, simplemente, buscaban recorrer el primer cuadro de la ciudad.
En un esfuerzo por reordenar la zona y dar forma a este ritual del caos, la Subsecretaría de Programas de Alcaldías y Ordenamiento de la Vía Pública (SPAOVP) realizó acciones para regular el comercio en la zona y liberar los espacios públicos.
Se intervinieron 30 calles del Centro, de donde se retiraron estructuras, rejas y otros enseres fuera de comercios establecidos, disminuyendo hasta en 30% la aglomeración en vía pública.
“Todo se ha realizado desde el diálogo”, explicó Cristina Leyva, vocera de la SPAOVP. Agregó que se han realizado platicas entre la dependencia y los ambulantes, lo que derivó en un reglamento de operación.
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De este modo, entre los acuerdos se establecieron días de descanso por zonas: lunes para el perímetro A del Centro Histórico y martes para el B, de 10:00 a 18:00 horas para todos.
Infringir el reglamento conlleva “la sanción de la zona completa”, aclaró Leyva, quien advierte que, por la cantidad de vendedores, aún hay trabajo por hacer.
El operativo está bajo el monitoreo de las secretarías de Gobierno y de Seguridad Ciudadana. Aunque la mayoría cumple lo acordado, hay vendedores rebeldes que se arriesgan y rompen el día de descanso establecido.
Por ello, recogen como costales su mercancía dispuesta en sábanas cuando los agentes de la SSC se acercan y, una vez fuera de su vista, con chiflidos avisan que ya no hay peligro. Así vuelven al ruedo, al único ritual que ha sobrevivido todas las hecatombes de esta ciudad.
LEG