La concordia hace crecer las pequeñas cosas,
la discordia arruina las grandes
Salustio
Todos y cada uno de nosotros vivimos en conflicto interior, aunque no nos demos cuenta. Esta “guerra intestina” es la responsable de que no logremos todo lo que deseamos o proyectamos y ni siquiera lo que empezamos.
Este conflicto comienza con esa voz interior que nos repite “no vas a poder”, así que “ni lo intentes” o “mejor ríndete”, cada vez que nos atrevemos a mirar hacia adelante, a fijar metas y encontrar formas de cambiar nuestra vida.
Por eso procrastinamos, evadimos, nos excedemos, nos comportamos inapropiadamente. Es decir, creyéndole a esa voz, adoptamos toda una serie de actitudes y conductas que sabotearán nuestras intenciones.
Esto, por supuesto, nos hace sentir muy mal con nosotros mismos. Nos derrumba la autoestima, esa buena imagen de la que erróneamente hacemos depender el amor propio, y que, sin embargo, es necesaria para alcanzar nuestras metas, lo cual depende sobre todo de nuestro nivel de autoconfianza.
El autoboicot o autosaboteo genera mucho sufrimiento, porque nos lleva siempre al fracaso, a veces para reforzar lo que creemos de nosotros mismos; otras simplemente para evitar el miedo, la inseguridad y el malestar que implica el riesgo; o ambas cosas.
Hasta aquí hemos descrito el autoboicot originado en la falta de confianza en sí mismo, pero existe otro resultado de una conducta aún más lacerante: el perfeccionismo.
Si la falta de confianza en nosotros mismos actúa a priori para impedirnos alcanzar nuestras metas, el perfeccionismo arruina nuestros logros a posteriori, pues quien padece este tipo de cruel acicate interno acostumbra, en una retrospectiva de los eventos, juzgarse a sí mismo con gran dureza, de manera que de ninguna manera habrá actuado con la impecabilidad y el máximo estándar que se autodemanda.
“Debí haber dicho…”, “Debí haber hecho…”, son las principales voces del perfeccionista boicoteador que todos llevamos dentro, aunque algunos más presente y tirano que otros.
El perfeccionista boicoteador se vuelve más exigente en situaciones que nos tomaron por sorpresa o que abordamos sintiéndonos inseguros, pues nos quedamos con duda acerca de si fuimos asertivos y/o acertados en ellas. Les damos infinitas vueltas en la cabeza, encontrando todos los errores que cometimos y todo lo que pudimos haber hecho bien y no hicimos.
Este tormento mental alcanza en algunas personas proporciones inquietantes, que no les permiten pensar siquiera en la posibilidad de aceptarse tal cual son, de manera que viven ocultándose de sí mismos, esforzándose por crear una imagen que no corresponde a lo que en realidad son. Los demás se dan cuenta, ellos no.
Ciertamente tampoco se gustan, pero no se fustigan a priori. Lo intentan, perseveran, lo alcanzan y posteriormente lo arruinan. Son incapaces de disfrutar sus intentos, sus procesos y sus logros. Son insatisfechos crónicos, siempre van por más y siempre lo vuelven a echar a perder con su autoexigencia.
Ambos estilos de autoboicot pueden ser desactivados con una sola respuesta, si estamos decididos a entenderla: siempre hacemos lo mejor que podemos, con los recursos mentales y emocionales con que contamos en el momento de hacerlo, de acuerdo a la experiencia que hemos tenido y el conocimiento que hemos adquirido.
Creer, a priori o a posteriori, que no estamos a la altura de nuestros retos, nuestros deseos o incluso nuestras obligaciones y responsabilidades, es partir de un yo ideal al que todavía no accedemos, porque nos falta aprendizaje. o al que nunca accederemos porque es imposible.
Es querer que todo nos salga bien y perfecto a la primera. Todo lo demás es fracaso. No apreciamos nunca ni el valor del intento ni el aprendizaje del proceso, vemos solo hacia el resultado, lo cual nos pone ansiosos desde el principio, mal punto de partida para cualquier cosa que intentemos lograr.
Así que relájese, acepte sin más que siempre lo hace lo mejor que puede, aunque no sea como quiere. Eso da mucha paz.
@F_DeLasFuentes