Cuando el actual presidente Andrés Manuel López Obrador decidió, antes de asumir su cargo, anunciar la cancelación de la construcción del Nuevo Aeropuerto Internacional de México (NAIM) en Texcoco un analista de un grupo financiero lo calificó como el error de octubre, porque justo impuso la cancelación en octubre del 2018.
No se quedó este mote para la historia, que vaya que fue un error que marcó el resto de su administración, porque después del error de octubre, llegó el de noviembre, el de diciembre, enero…
Lo que dejó muy clara esta determinación tan temprana en el régimen cuatroteísta fue que López Obrador había jugado el papel del lobo con piel de oveja durante la campaña, había mostrado una moderación y un perfil de conciliación que llevó a muchos indecisos a conformar esos muy famosos 30 millones de votos que obtuvo en la votación presidencial.
La cancelación del NAIM es la mejor síntesis del actual régimen, porque condensa algunos de los peores rasgos que persisten.
Se echó mano de una supuesta consulta popular, amañada, tramposa, que sólo ratificaría la decisión de un solo hombre. Fue el ensayo de la consulta para enjuiciar a los expresidentes, ahora en unas semanas para la llamada revocación de mandato y, por supuesto, de lo que se pretende sean las elecciones presidenciales del 2024.
El argumento central para cancelar una obra que avanzaba al 40% fue una supuesta corrupción rampante, generalizada y descarada en la construcción del NAIM, cuando es la fecha, tres años y medio después, en que no hay una sola carpeta de investigación abierta, un solo detenido, menos un sentenciado por esos supuestos actos corruptos.
Fue ese día de octubre del 2018 cuando López Obrador marcó un camino de desconfianza empresarial y entre todos aquellos que tienen que tomar decisiones de largo plazo, donde cuentan mucho las condiciones que plantea el Gobierno a los emprendedores. Fue el botón de muestra de muchas otras decisiones que asumiría a partir de ahí la 4T que destrozarían la confianza. De la cancelación del aeropuerto a la contrarreforma energética y contando.
Fue la asignación del proyecto aeroportuario presidencial a su constructor favorito, la determinación de la mano de obra militar sin controles de fiscalización, la decisión de usar una base militar sin antes obtener los permisos de los organismos aéreos internacionales, su lejanía y todas las decisiones arbitrarias en torno al proyecto anticipaban lo que vendría para el Tren Maya, la refinería de Dos Bocas y los proyectos asistencialistas del Presidente.
México iba a tener un aeropuerto que no sólo cubriría plenamente la demanda de la Zona Metropolitana de la Ciudad de México, sino que estaba llamado a ser un hub latinoamericano que dejaría miles de millones de dólares en utilidades para el país.
Pero no, no ocurrió, y sabíamos que no habría de suceder desde ese tiempo de transición entre el triunfo electoral y la toma de posesión de López Obrador.
Lo supimos porque la decisión de cancelar el NAIM era el mejor adelanto de lo que habría de suceder con el resto de los temas importantes del país.
@campossuarez