Estados Unidos ya no le habla bonito a México, ya se vuelven incontables el número de masacres que han ocurrido en nuestro país, la situación económica se complica con bajo crecimiento y alta inflación, y cada día es más notable que los “valores” de la 4T como la honestidad son una quimera.

Este régimen tiene un núcleo duro de seguidores que no va a titubear ante ninguna evidencia, pero para todos los demás se nota un refuerzo propagandístico y de decisiones radicales.

Se van a quedar con las ganas de un pleito con Estados Unidos, presumían desde las mañaneras, cuando el Gobierno de Andrés Manuel López Obrador apostó todo a la reelección de Donald Trump y perdieron ante el demócrata Joe Biden.

Solo que ese pleito que nadie quiere empieza a tomar otras formas cada vez menos diplomáticas y cada vez más directas ante muchas decisiones de la 4T.

Vaya que no gustó que los radicales, tan apapachados por el presidente López Obrador, se dejaran ver tan amigos de Rusia en plena invasión del dictador Vladimir Putin a Ucrania.

Y menos tolerancia hay ya a la insistencia del propio Presidente a que no se le cambie ni una sola coma a su iniciativa de contrarreforma energética que va a dañar a las empresas privadas y al medio ambiente.

Ni el tan diplomático embajador de los Estados Unidos, Ken Salazar, como la representante comercial de La Casa Blanca, Katherine Tai, son ya tan pacientes con el tema de la contrarreforma energética. Sobre todo, porque ven cómo las promesas de hacer cambios a la propuesta presidencial simplemente no se cumplen.

El costo para México de afectar los intereses de las empresas de Estados Unidos y de no alinearse a la estrategia mundial de reducir el calentamiento global va a implicar algo más que una reacción diplomática. Aparentemente, no están midiendo bien en la administración del presidente López Obrador el tamaño de las represalias que puede sufrir México de Estados Unidos.

Pero, además de esas posiciones radicales en materia energética de la 4T, también hay una preocupación interna y externa por el avance hacia un estado fallido cada vez más extendido en territorio mexicano.

La violencia en México es tan alta y extendida que es difícil de esconder. Las expectativas económicas están más cerca de la estanflación que del crecimiento prometido del 4%. Por eso, si ya no funciona la nueva puesta en escena del avión presidencial, que ahora quieren rentar para bodas y XV años, van a subir la apuesta con escándalos del tamaño de cancelar el Horario de Verano, aunque falte menos de una semana para ello.

Desafortunadamente, temas como adaptar los relojes a la inclinación de la tierra frente al sol durante las estaciones del año son los que más mueven a los radicales en el poder. Como sea, no sería la primera vez que López Obrador usa el Horario de Verano como bandera, lo hizo a finales del siglo pasado y, si lo requiere, lo hará ahora. A cualquier costo para el país.

Hay una urgencia por enarbolar banderas que dividan, que hagan inevitable que la sociedad tome partido. Sobre todo, cuando los dichos de campaña, como aquel de “no mentir, no robar, no traicionar” se diluyen en las evidencias.

 

@campossuarez