Un amigo me dijo hace unos días que ser columnista en tiempos de la 4T no tiene chiste. Que el material, añadió, llega a carretonadas, día tras día, gracias a la efervescencia verbal del Presidente, ese mecanismo compensatorio para hacernos olvidar tanto desastre y tanta tranza, y a la consecuente cargada de sus propagandistas, listos para hacerse eco del desatino en turno y hacer propaganda pero de veras sin pudores, llevando el disparate hasta donde haya que llevarlo. De manera –siguió– que basta con hacer un copy-paste de los de toda la vida, y listo. Ser columnista en la 4T es sentarte a ver cómo las columnas se escriben solas y esperar la transferencia bancaria del periódico, pues.
Por supuesto, el comentario involucra una injusticia como una catedral. En efecto, la materia prima abunda. Pero, por Dios, ese es justamente el problema. Me remito a los últimos dos o tres días, para que entiendan a lo que me refiero. Digamos que estás pensando de qué escribir y das con el Liz Vilchis semanal. Que sí, dice la encarnación del rigor periodístico cuatroteísta: la zona maya está hecha picadillo, pero la culpa no es del tren, sino ¡de Xcaret! Y respiras: “Ya tengo tema”, te dices. Así que te arrancas con que para que esa afirmación fuera creíble Xcaret tendría que abarcar más o menos la mitad de la Península, y acto seguido empiezas a hablar de cómo el tren es un proyecto demencial de raíz, improvisado al precio de devastar ecológicamente tres o cuatro estados y opaco en los dineros, y hasta empiezas a pensar qué vas a ver en Netflix cuando acabes. Es entonces que viene esa maldita voz interior que dice: “Oye, la encarnación del rigor periodístico no es Liz, es Jenaro”. Y a empezar de nuevo. Porque sí: Jenaro Villamil, en plan “aprendan de los verdaderos periodistas y chequen sus fuentes, pinches perdedores”, contestó a un meme que decía que una avioneta aterrizó en una Bodega Aurrerá porque el piloto la confundió con el “Felipe Ángeles”. Vaya, que de milagro no tuiteó el PowerPoint que anuncia las llegadas en el AIFA.
“No, pues sí está difícil pasar por alto semejante ridículo”, dirán. Y lo estaría en condiciones normales. El problema es que uno borra las líneas dedicadas a Liz, se arranca con Jenaro y justo descubre que el Presidente tuvo el temple de decir: “En política, una de las cosas que no se pueden hacer es el ridículo”.
¿Me explico? El desafío mayúsculo que enfrentamos hoy los columnistas es el que verbalizó otro López, Portillo: administrar la abundancia.
@juliopatan09