En este país pueden estar miles de cosas mal, pero nadie me podrá refutar que una de las pesadillas más terribles por las que pasa un mexicano son los actos de corrupción en manos de algún cuerpo policiaco, Ministerio Público o juez; es un verdadero calvario, una tortura de la que todos deberíamos estar exentos.

La Ciudad de México y sus corporaciones se han convertido en maestros de esta situación. De acuerdo con el Inegi, 70% de los ciudadanos ha vivido la corrupción durante algún encuentro con la policía.

Es decir, siete de cada diez habitantes de la CDMX se han visto obligados a ceder ante la presión policiaca, la extorsión o quizá frente a la amenaza de haber cometido un supuesto delito, lo peor es que en muchas ocasiones este no se cometió, es un invento. En el mejor de los casos, la anécdota termina en un estira y afloja y una o dos “sor Juanas”.

Es un mal que se expande y perfora a las instituciones. De acuerdo a la organización Causa en Común, el problema no es menor, resulta que a 14% de los policías se le pide una cuota para salir en coche a patrullar, a 10% le exigen dinero para no ser castigado y a otro 10% para no cambiarlo de adscripción.

Pero qué pasa con aquellos ciudadanos valientes que no ceden a la presión de la extorsión, que no aceptan el tan clásico “¿cómo le hemos?”; pues para ellos está el castigo de no alinearse a la corrupción, en pocas palabras, la sufrirán y en serio.

El saltar el acoso policiaco resulta un juego de niños cuando se compara con el Ministerio Público, ahí de los cientos de pesos se pasa a los miles, tal cual, nos ponemos en manos de no sabemos quién y mucho menos de cuántos.

Los procesos son desconocidos, no hay quién vigile que la autoridad se conduzca conforme a la normatividad, es tierra de nadie, reinan los arreglos a billetazos y todo va a depender del delito que se nos acuse. Organizaciones ciudadanas estiman que una sola mordida podría partir de los 50 mil pesos y en algunos casos alcanzar incluso el medio millón.

Piden dinero para agilizar trámites, para darle prisa a la investigación, para obtener copias del expediente, incluso para no ejercer la acción penal, es decir, la corrupción tiene vía directa al corazón de la impartición de justicia.

A diario escuchamos historias de delitos inventados, de autos que desvalijan en los corralones, en las agencias del MP, que sustraen de estos objetos personales y documentos que los hacen perdedizos si no se entrega una importante cantidad como supuesta gratificación del resguardo.

Ni qué decir del dinero o los objetos de valor que se dejan en los autos y que tras una revisión de acuerdo a la policía nunca existieron. El ciudadano en un solo proceso pasa por varios asaltos. ¿En verdad las autoridades capitalinas creen que eso es normal?

Es una realidad el abuso de poder, intimidación y extorsión por parte de las estructuras de poder, policías, ministerios públicos, jueces, de todo hay, malandros amparados por una placa.

Las autoridades deben despertar y entender que no todo son apoyos sociales, que deben trabajar para que uno no salga asaltado por el propio Gobierno, deben combatir la corrupción para eliminar el terror que produce caer en manos de un policía o del MP.

Deben acabar con esas historias, no pueden seguir obligando a los ciudadanos a entrarle al juego de la corrupción porque, de negarnos, seremos maltratados y extorsionados, lo sé porque soy una de las víctimas del sistema y llevo meses negándome a ser partícipe de la corrupción que reina en la CDMX.

 

@CarlosPavonC