Acaso como Don Quijote de la Mancha, que de tanto leer libros de caballería se convenció de vivir como personaje de tales relatos, al Real Madrid brinca a la cancha empalagado de películas de acción, a más inverosímil la escapatoria del héroe, mayor utilidad (por citar dos recientes, una en la que un tal París marea a su rival por unos 150 minutos, hasta que en un parpadeo, el protagonista, que lucía desmayado, acaso fatalmente herido, lo derrota; u otra, en la que un tal Chelsea encadena bajo el mar a su contrincante cual villano de James Bond y cuando recita triunfal su siniestro plan, descubre que el protagonista ya no está ahogándose sino que le ha asestado un golpe definitivo).
Con una pequeña y enorme diferencia. Que por mucho que Don Quijote así lo imaginara, los molinos de viento no se convirtieron ni iban a convertirse en gigantes. Es decir, en la vida los pensamientos no bastan para que las cosas sean distintas: las cosas son lo que son, tan indiferentes a lo que queremos que sean.
Sin embargo, con el Madrid pasa algo extraño, un corazón que hace circular la sangre distinto. Diríamos que por milagro no ha salido del estadio Etihad con cuatro o cinco goles de desventaja, aunque los milagros son ocasionales y los merengues los han hecho rutinarios. Si el cabezazo de Sergio Ramos en Lisboa, si los bloopers de Karius en Kiev, si las recientes remontadas en Champions. Ya puede caer bien o mal, excelente o pésimo, pero erraremos si seguimos atribuyendo la subsistencia madridista al azar. No, esto va mucho más allá.
Escrito todo lo anterior sin olvidar que ha salido derrotado de Mánchester y que está obligado a imponerse en casa a un equipo que, ni duda cabe, hoy es superior. No obstante, vista su forma de elevar la subsistencia a arte bella, vista su renuencia a asumirse doblegado, visto su espíritu y fe, nada es descartable.
El City ha ganado el mejor partido de cuantos se han jugado en mucho tiempo (por cierto, uno de esos cotejos que hacen y multiplican afición). Lo que no resulta tan claro es quién llegará con mayor firmeza a la vuelta, porque los citizens asumen que dejaron respirar a su sinodal y los blancos se saben indultados. A eso añadamos la historia: los de Mánchester cargan una losa de fracasos europeos (precisamente para lo que se trajo a Guardiola y para lo que se le armó semejante trabuco: ganar la Champions) y los de Madrid son los únicos que transforman en océano cada gota que les obsequia el destino.
A partir de eso se plantea una vuelta maravillosa. El City sigue siendo favorito. Porque juega mejor. Porque tiene más plantel. Porque sus jugadores atraviesan un mejor momento. En frente, lo que pasa es que está el Madrid: ese Quijote reloaded que sí ha logrado hacer de su rutina una epopeya.
Twitter/albertolati