Corea del Sur invistió el martes a su nuevo presidente Yoon Suk-yeol, que inició su mandato quinquenal pidiendo la “desnuclearización completa” de Corea del Norte en medio de fuertes tensiones por una escalada de ensayos armamentísticos en Pyongyang.
Conservador de 61 años, Yoon asume sus funciones tras prometer una política exterior firme ante una Corea del Norte cada vez más beligerante, que ha realizado una quincena de pruebas militares desde comienzos de año y ha insinuado una reanudación de su programa nuclear.
En su discurso inaugural en la Asamblea Nacional de Seúl, Yoon pidió a su vecino del norte que se desprenda de todo su arsenal nuclear, al que describió como una amenaza para la seguridad global.
Si Pyonyang “se embarca genuinamente en un proceso para la desnuclearización completa”, Yoon se dijo listo para presentar “un plan audaz” para reimpulsar la empobrecida economía del país comunista.
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En medio de estas tensiones crecientes en la península, el primer acto del nuevo líder en la medianoche del martes fue asistir a un informe con los más altos responsables del Estado Mayor en el búnker situado en el palacio presidencial de Seúl.
“Actualmente, enfrentamos múltiples crisis”, dijo en su discurso inaugural, citando la pandemia del covid-19, los problemas en la cadena de suministros y los conflictos mundiales que, según él, “ciernen una larga sombra sobre nosotros”.
Victorioso en las ajustadas elecciones de marzo, este antiguo fiscal novato en política llega al poder con una tasa de popularidad del 41%, una de las más bajas de la historia democrática de Corea del Sur para un inicio de mandato, según un sondeo reciente de Gallup.
“SEVERIDAD” HACIA PYONGYANG
El nuevo presidente ha prometido una diplomacia más agresiva tras los fracasados intentos de acercamiento con Corea del Norte de su predecesor Moon Jae-in.
Tras su victoria, Yoon dijo que iba a “tratar con severidad” la amenaza que representa el régimen de Kim Jong Un. “Pero la puerta al diálogo está todavía abierta”, declaró a sus militantes.
Durante su campaña, se refirió a Kim Jong Un como un “chaval grosero” al que iba a “enseñar buenas maneras”.
Yoon también apeló a una relación más sólida con Estados Unidos, su principal aliado frente a Pyongyang, y se entrevistó con su presidente Joe Biden, que debe visitar el país asiático a finales de mayo.
En el plano nacional, la frustración creciente de la opinión pública hacia el gobierno liberal de Moon Jae-in parece estar en el origen de la victoria de su rival.
Moon ganó la presidencial de 2017 prometiendo desplegar un programa basado en la igualdad de oportunidades en la 10ª economía mundial tras la destitución de su predecesora Park Geun-hye, envuelta en un escándalo de corrupción.
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Pero después fue acusado de indulgencia con sus propios colaboradores que se reconocieron culpables de cobrar sobornos y criticado por sus políticas económicas que, en opinión de algunos, agravaron las desigualdades del país.
Yoon Suk-yeol debe proponer un conjunto de reformas radicalmente distintas a los postulados de su predecesor.
Unas 40 mil personas habían sido invitadas a la ceremonia de investidura, de lejos la más cara jamás organizada con un presupuesto de 3.300 millones de wones (2,6 millones de dólares).
El eslógan escogido es: “¡Nuevamente, la República de Corea! ¡Un nuevo país del pueblo!”.
La delegación estadounidense en la investidura estuvo encabezada por Douglas Emhoff, el esposo de la vicepresidenta Kamala Harris. Japón y China, con quien Yoon quiere suavizar unas relaciones a veces tumultuosas, enviaron representantes de alto nivel.
OH