Por mucho que intente desviarse o engañarse, la temporada cuya liguilla inicia esta semana no puede ser recordada más que por el desastre del estadio La Corregidora del pasado cinco de marzo.
Ni por los milagrosos relevos de Fernando Ortiz en América y Ricardo Cadena en el Guadalajara, ni por el superliderato del Pachuca espléndidamente dirigido por Guillermo Almada, ni por los Tigres otra vez impulsados por André-Pierre Gignac, ni por la muy sólida campaña como campeón defensor del Atlas.
La marca que implicó para el torneo lo acontecido en Querétaro ya no se quitará. Será un permanente y muy doloroso recordatorio de lo que ahí sucedió. Recordatorio que debería continuarse utilizado como exigencia para que no se repita, aunque desde entonces hemos visto nuevos episodios de violencia en nuestro futbol.
Por ello, ante una liguilla que abre con una eliminatoria de alta tensión como lo es el Atlas-Chivas, resulta imprescindible volver a colocar el dedo sobre tan supurante herida. Y cuestionar, ¿ha cambiado algo desde entonces?
A fuerza de ser sinceros, no existen modificaciones de fondo. Algunos pretenden instaurar la credencialización, otros se quedan tan en la superficie como para rebautizar a las barras ahora como grupos de animación. Pero, ¿y los protocolos? ¿Alguien tiene ya la certeza de que en la Liga Mx se conoce el plan de cada estadio? ¿Manejo de masas, evacuación, intervención oportuna, colaboración entre seguridad privada y pública?
No. Aquí apostamos a que aficionados rivales no se encuentren y que si se encuentran sea de manera cordial. Aquí casi apostamos al azar.
Desde que vi las primeras imágenes de Querétaro y aún sin saber el balance de daños humanos, insistí en que eso debía transformarse en el Heysel de nuestro futbol.
Me refería a la final de Copa de Campeones de Europa disputada en ese estadio de Bélgica en 1985, en la que murieron 39 seguidores de la Juventus, víctimas de la brutalidad de los del Liverpool. Ese día fue el no va más de los torneos europeos, expulsándose a los clubes ingleses por un lapso de cinco años. Cuatro años más tarde se daba en Sheffield la tragedia de Hillsborough, la muerte de casi cien personas por negligencia en los operativos. De esos dos desastres tan terribles surgió una nueva cara para el futbol inglés y hoy es más seguro ir al estadio en Inglaterra que en cualquier otro país del planeta. Así de contundente y duradero el efecto. Así de bien canalizado el aprendizaje,
¿Es relevante la existencia de fallecidos para actuar? ¿Cuántos episodios como el de La Corregidora tienen que padecerse para que de verdad se reaccione?
La triste realidad es que la reacción de nuestras autoridades futboleras sigue siendo siempre reactiva, siempre por detrás de esa amenaza.
Muchos podrán decir que el presente texto no corresponden a estos días, que hablo de algo acontecido un par de meses atrás. Difiero. Entramos a la fase final del torneo que padeció el evento que debió transformarlo todo en nuestro futbol. Entramos sabiendo que seguimos a la deriva.
No, la prioridad no son los goles.
Twitter/albertolati