Es peor que México no cumpla con sus compromisos del Acuerdo de París sobre el cambio climático a que Andrés Manuel López Obrador no vaya a la Cumbre de las Américas en Los Ángeles el próximo mes.

Lo único que lograría es confirmar al mundo lo que dentro de México tenemos muy claro, que hay una clara propensión de la 4T de apapachar a los regímenes antidemocráticos del continente, aunque ya vimos recientemente también las deferencias a Vladimir Putin de Rusia.

Además, es conocida la aversión de López Obrador a los encuentros mundiales donde no tiene el control. Son encuentros entre pares, donde no están todos a su servicio. La prensa en las conferencias internacionales no está en la nómina y no deja de mostrar ciertos rasgos de agorafobia.

La ausencia en la Cumbre de las Américas de López Obrador no va a alterar el resultado de este encuentro, que habitualmente arroja pocos resultados. Puede perfectamente bien el canciller Marcelo Ebrard atender las agendas a las que tenga acceso, en su calidad de subalterno y de un representante no electo, y hacer un buen papel.

El punto es que ver al Presidente del principal socio latinoamericano de los Estados Unidos despreciar así una reunión cumbre en territorio estadounidense por respaldar a los regímenes dictatoriales y autoritarios de Cuba, Venezuela y Nicaragua, deja en mala posición a este país.

Porque es más que evidenciar al régimen mexicano como uno con tendencias autoritarias. Es relegar a todo el país al nivel de una nación no confiable mientras se mantenga este grupo en el poder.

Porque López Obrador no solo despreciaría una invitación de su principal socio comercial, sino que además los insulta. En ese absurdo intento de defender a los dictadores el Presidente de México llamó malandrines a los funcionarios del Gobierno de Estados Unidos que adelantaron la no invitación a los autócratas de la región.

Llamó la atención que la todavía vocera de la Casa Blanca, Jen Psaki, dejara abierta una rendija para sí incluir a los impresentables del continente en la Cumbre de junio próximo en California, a pesar de la clara negativa del Departamento de Estado.

Si de última hora se extendieran esos salvoconductos a Nicolás Maduro, Miguel Díaz-Canel y Daniel Ortega no hay duda de que López Obrador lo vendería como una gran victoria de su Gobierno. Su clientela política interna, en especial aquellos que han crecido en ese viejo sentimiento anti Yanki, llorarían del placer del triunfo de su líder.

Pero en el concierto mundial, entre los líderes de los países democráticos y en especial ante los ojos del Gobierno de Estados Unidos López Obrador sellaría su futuro como un candidato a seguir esos modelos autoritarios.

Insisto, hay temores internos que se han alimentado con las acciones de la 4T, pero hacia el exterior México sigue inscrito como una nación democrática con un Gobierno en turno sui géneris.

Está claro que la visión de López Obrador está totalmente concentrada hacia el mercado electoral interno, su comportamiento es claramente de jefe de grupo no de estadista. Pero las consecuencias de un distanciamiento con su principal socio comercial las pagaríamos todos.

 

    @campossuarez