En los Estados Unidos viven más de 62 millones de latinoamericanos que migraron voluntaria o forzadamente. Ahí trabajan cotidianamente para remitir a nuestras economías una enormidad de remesas. Pero también para aprender a valorarse a través de la cultura del esfuerzo. Todos esos hombres y mujeres que conforman la comunidad latina en la mayor potencia del mundo representan en su conjunto la octava economía del mundo. Gran parte de esos migrantes son de Cuba, Nicaragua y Venezuela, países a lo que se les quiere excluir de la llamada “Cumbre de las Américas”, a realizarse en este próximo junio en la ciudad de Los Ángeles… en Estados Unidos.
Frente a la pretensión de la Casa Blanca de excluir, los presidentes de México, Andrés Manuel López Obrador; Bolivia, Luis Arce Catacora; Honduras, Xiomara Castro, y Argentina, Alberto Fernández, así como de otros países del Caribe, se han manifestado por incluir en dicha cumbre a todos los países americanos, sin dejar a nadie fuera.
Las naciones de nuestra América ya no quieren más bloqueos, presiones o intimidaciones de Washington. Ese gran poder que representa a la potencia hegemónica del siglo XXI.
Una tarea urgente en nuestros tiempos es fortalecer a los organismos regionales con verdaderas aspiraciones latinoamericanas y caribeñas. Por ejemplo, a la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC) y desaparecer al llamado “Ministerio de las Colonias”, mejor conocido como la Organización de Estados Americanos (OEA).
Tal parece que en los próximos días veremos nuevos y mejores horizontes, si las fuerzas progresistas logran frenar a las oligarquías locales, derrotar los fraudes electorales y a los intentos golpistas y proyectos neoliberales que se encuentran en franco retroceso en la región. Los próximos procesos electorales apuntan a construir nuevas transformaciones, como las elecciones que se desarrollarán en Colombia este próximo 29 de mayo, y la de octubre, en Brasil.
Se trata de procesos electorales que nos llevan a pensar y a distinguir que el escenario latinoamericano y la integración política de nuestra América seguramente arribará a un estadio superior de esa misma integración. La marcha hacia gobiernos de fuerte raigambre popular y progresista aflora cada vez con mayor fuerza. Por lo tanto se puede anunciar que se acerca un nuevo futuro, más esperanzador, aunque no libre de problemas, pero sí de nuevas perspectivas y de grandes transformaciones sociales en beneficio de la emancipación latinoamericana y de sus pueblos.
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