Todos los ciudadanos tienen que estar representados en la Cumbre de las Américas. Es lo justo. Los pueblos necesitan una megafonía para que el mundo sepa cuáles son sus problemas, y un evento de esas características es una buena excusa. Eso sí, tal vez sus voceros no sean los más adecuados.
Cuando el presidente de la República, Andrés Manuel López Obrador, dice que tienen que acudir todos, tiene razón, pero con ciertas aristas que habría que limar. Estoy de acuerdo en que todos deben de ir. Pero con peros. Hay una gran diferencia entre los países libres y democráticos y los que no lo son. Los sátrapas de gobiernos como Venezuela o Nicaragua no deberían acudir, o al menos ellos. Me estoy refiriendo a Nicolás Maduro y a Daniel Ortega. Dos de los grandes tiranos de América Latina. ¿Es que no nos acordamos de los millones de venezolanos que tuvieron que salir huyendo de Venezuela por Maduro, el Oligarca?, ¿es que hemos olvidado la cantidad de asesinados, desaparecidos o encarcelados durante su régimen?, ¿es que ya no recordamos los años que el opositor Leopoldo López pasó en la cárcel de Ramo Verde? Y como López, miles de López más.
¿Alguien podría explicar cómo es posible que Daniel Ortega tenga a Nicaragua como su latifundio, como su cortijo particular?, ¿cómo es posible que año tras año él, su familia, sus amigos hayan amasado fortunas ingentes mientras la ciudadanía, el pueblo, como dicen en términos dictatoriales, vive en la más absoluta indigencia? Y así podríamos seguir con otros muchos países, como en Cuba, por ejemplo, donde pasa el tiempo, pasan los años, pero continúan los mismos dictadores y los mismos regímenes.
Eso, eso no puede ser en pleno siglo XXI, cuando hablamos en términos digitales, donde la vida será más longeva para el ser humano, donde buscamos convivir de manera plena con el amplio significado de la palabra libertad. Ya no hay cabida a las dictaduras anacrónicas. A las vetustas tiranías. Por eso la Cumbre de las Américas no puede dar voz a todos, por mucho que lo impulse el presidente López Obrador.
Entiendo su postura como jefe de Estado. El presidente de la República Mexicana debe tener una postura ecléctica. Es perfectamente comprensible. Lo entiendo porque esa es la postura de un jefe de estado. Sin embargo, como ciudadano no concibo la dictadura en el espacio de la libertad.
Tal vez sea una buena maniobra acudir con perfiles bajos, me refiero a los dictadores, que manden a segundos o terceros, pero que ellos no se luzcan buscando los reflectores y las megafonías, alimentando sus megalomanías.
Todos los países deben de estar representados. Los ciudadanos no son los culpables. Pero desde luego, a los dictadores no se les puede dar ni agua.
@pelaez_alberto