Jocelyn y su esposa Berline, que está embarazada de cuatro meses vive un día especial porque la pareja de migrantes haitianos cruzó legalmente a Estados Unidos, para que su segundo hijo, que nacerá en octubre, obtenga la nacionalidad estadounidense.
“Si mi hijo nace allá (en Estados Unidos), mejor para mí, mejor para él también”, dice Jocelyn a la AFP antes de mudarse con su familia de Reynosa, Tamaulipas a McCallen, Texas, en lo que será el final de un viaje que inició en 2015 y que incluyó una estancia en Chile.
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“Mi primer hijo nació en Chile, no tiene problema. Él es chileno, puede vivir allá sin problema. Nosotros no. Entonces, si mi hijo nace allá (en Estados Unidos), no va a necesitar ninguna visa”, explica Jocelyn.
“Quiero una vida mejor para él. He sufrido mucho”, añade su esposa Berline, de 25 años.
Ya en McAllen, la familia necesitará unos 400 dólares para reunirse con sus parientes en el estado de Georgia. “Solo Dios sabe si el niño que viene nacerá en la tierra prometida estadounidense”, dice el padre con una mezcla de cautela y fatalismo que refleja las condiciones que vivió la familia en su travesía desde Haití.
Ellos forman parte de los cientos de migrantes haitianos que llegaron en las últimas semanas a Reynosa.
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Carolina, quien pidió omitir su nombre real, dice que huyó de Tegucigalpa, Honduras, para salvar a sus tres hijos adolescentes del reclutamiento forzoso de las pandillas criminales.
Su hijo menor nació en abril en Tapachula, Chiapas y ya ha pasado 12 días detenido por autoridades migratorias.
“Una detención injusta”, dice mientras descansa en un albergue a orillas del Río Bravo, en la frontera con Estados Unidos. “Me dijeron que no me podían deportar porque el bebé es mexicano”, aclara.
Aunque las autoridades le otorgarán la residencia en México, su objetivo era cruzar al vecino país para reunirse con el padre del bebé que vive en Houston. Carolina y sus cuatro hijos también pudieron cruzar la frontera legalmente.
“Tenemos ahorita 200 mujeres que están embarazadas”, dice el pastor Héctor Silva, quien dirige el albergue “Senda de Vida”.
“Hay mujeres que llegaron al sexto mes de embarazo sin ningún tipo de revisión médica”, dice Anayeli Flores, de Médicos Sin Fronteras (MSF). “En esta ola, hemos visto un incremento en nuestras consultas, al menos el doble de embarazadas en más o menos tres semanas”, añade.
Entre los migrantes hay quienes dejaron atrás niños, como otra pareja que también huyó de la violencia en Honduras y que evita dar su nombre. Es duro, confiesan, hablando de sus niños de 10 y 8 años así como de un bebé de año y medio. “Tenemos miedo, pero confiamos en Dios”, susurran mientras esperan respuesta a su solicitud de asilo en Estados Unidos.
LEG