"El silencio es una señal de que se está de acuerdo con todo lo que ocurre en mi patria y es por eso que salgo a la calle”, comenta Yelena
Foto: AFP "El silencio es una señal de que se está de acuerdo con todo lo que ocurre en mi patria y es por eso que salgo a la calle”, comenta Yelena  

El 9 de mayo pasado, una mujer de 76 años apenas había puesto un pie afuera de su casa cuando dos hombres se apresuraron a robar todo lo que llevaba en las manos: un montón de carteles para protestar en contra de la guerra en Ucrania.

La mujer era Yelena Osipova, una artista y activista rusa que se disponía a llevar la gráfica que realizó durante toda la noche a la plaza de San Petersburgo, donde la gente se manifiesta en contra de las decisiones del Kremlin.

Para la mujer de pelo blanco y ojos azules, la invasión rusa en Europa del Este es tan solo la última de las decisiones criticables del régimen de Vladímir Putin, el mandatario a quien la activista lleva casi dos décadas reclamando los crímenes que se comenten en nombre del Estado. La primera vez que lo hizo fue en 2002, apenas dos años después de que Putin llegara a la presidencia.

En ese momento, combatientes chechenos tomaron como rehenes a unas 800 personas dentro del teatro Dubrovka y exigían la retirada de las tropas rusas de su territorio. La resolución del Kremlin, después de unos días, fue lanzar gas por los ductos de ventilación, un acto que se saldó con la muerte de casi 200 personas… incluyendo a todos los atacantes.

Desde entonces, Osipova se ha convertido en un símbolo de protesta y resistencia, una inspiración en su país y una noticia en el resto del mundo cada vez que decide pararse en el corazón de la ciudad, uno que también ha sido testigo de capítulos como el Domingo Sangriento y la Revolución de Octubre.

“No puedo callarme desde 2002. El silencio es una señal de que se está de acuerdo con todo lo que ocurre en mi patria y es por eso que salgo a la calle”, comenta Yelena, que en 2014 también acudió a manifestarse en contra de la anexión de Crimea por parte de Moscú, un evento cuyos enfrentamientos se convirtieron en la antesala de la masacre que se libra hoy entre las fuerzas rusas y las defensas ucranianas.

Criada bajo la sombra y las heridas que la invasión nazi dejó para su país, la represión del régimen de Putin que no ha hecho más que recrudecerse con los años no le impide seguir movilizándose, incluso por su propia cuenta.

Unos días después de iniciada la “misión especial” del líder del Kremlin, fue arrestada junto con otras 285 personas. Miles han sido detenidos por manifestarse en contra de la guerra.

Las represiones masivas hasta ahora han podido justificarse dentro del marco de la pandemia por Covid-19 y los millones de muertos que ha cobrado a su paso, pero acciones como la reciente condena al líder de la oposición, Alexéi Navalni, el cierre de la organización de Derechos Humanos “Memorial”, y las amenazas de censura para los medios en el territorio que decidan no alinearse al discurso oficial sobre la guerra, no sorprenden en un país que ocupa el lugar 155 (de 180) en el ranking de la libertad de expresión a nivel mundial.

Sin dejarse ganar, Osipova dio la vuelta esa mañana, se apresuró a realizar nuevos carteles, y volvió a salir de su casa, dispuesta a manifestarse una vez más.

AR