Cada visita del presidente Andrés Manuel López Obrador a Sinaloa aviva las críticas y alienta la sospecha de un pacto inconfesable con el grupo que domina la región.
Lo peor es que el mandatario no ayuda a dar por terminadas sospechas y críticas, sino por el contrario, las alienta.
¿Resbalón verbal o estrategia mediática?
No lo sabemos a ciencia cierta, pero sus declaraciones durante la visita al triángulo dorado, es parte del país que forman Sinaloa, Durango y Chihuahua, génesis del cártel de Sinaloa, y las posteriores, fueron lumbre en la pradera seca.
En primera, el Presidente dijo que le molesta que le llamen triángulo dorado al triángulo dorado y que, a partir de ese día, se llamará “triángulo de la gente buena y trabajadora’’.
Por supuesto que es una tontería homogeneizar a todos los habitantes de los municipios que forman el triángulo como narcotraficantes.
Hay (debe haber) cientos de familias que se ganan la vida honradamente.
Pero la verdad es que hace falta mucho más que el voluntarismo presidencial para cambiar la imagen de la región a la que no van ni los gobernadores de los tres estados que la conforman.
Ni siquiera el viento había barrido la propuesta presidencial de cambiar el nombre, cuando un grupo armado detuvo el vehículo en el que se transportaban los reporteros que cubrían la gira lopezobradorista.
-¿Traen armas?-, preguntaron a los reporteros.
Después los dejaron pasar.
Un día después, el propio Presidente justificó el retén, a todas luces ilegal, con el argumento de que en algunos municipios los pobladores se quieren asegurar “de que no entren armas’’.
Minimizar un asunto como éste, ocurrido en el estado en donde más pruebas existieron de la intervención del crimen organizado en las elecciones de gobernador, en donde se dejó en libertad a uno de los delincuentes más buscados en Estados Unidos, resultó devastadoramente desesperanzador.
Si desde la máxima posición del poder constitucionalmente establecido se desdeña el control que la delincuencia organizada tiene de amplias regiones del país y, peor aún, se justifica, parece que no tenemos esperanza.
Pero seguro se trata sólo de una figuración fifí, aspiracioncita, neoliberal y conservadora.
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El domingo próximo se elegirán seis nuevos gobernadores y las estadísticas indican que, en por lo menos 4, Morena lleva clara ventaja.
La pelea se cerró en Aguascalientes y en Durango, entre los candidatos de la alianza Va por México y Morena; nada para nadie aún.
Pero Quintana Roo, Hidalgo y Oaxaca, la ventaja del partido presidencial es inalcanzable, sobre todo en el primero, en donde Mara Lezama, con todo y sus compromisos políticos con el ni tan niño verde, Jorge Emilio González, se llevará el triunfo.
Tamaulipas es la sexta entidad en disputa.
Las encuestas aún colocan al candidato de Morena, Américo Villarreal, punteando las encuestas, a la espera de conocer cuánto daño le hicieron las revelaciones periodísticas sobre los presuntos nexos de sus operadores de campaña con el fallecido empresario Sergio Carmona, ligado a la delincuencia organizada.
Esta semana se conocerá si el Gobierno que encabeza Francisco Javier García Cabeza de Vaca procede penalmente en contra de algunos miembros del equipo de campaña de Villarreal, lo que sería realmente extraordinario.
A ver.
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El viernes falleció en esta ciudad el gran Oliverio Duque Juárez, reportero del antiguo Excélsior, director de comunicación en la Secretaría de Trabajo y el IMSS.
Hombre trabajador, amable, jamás despreció a los reporteros jóvenes que se incorporaban a la fuente.
Gran persona, gran ser humano.
Descanse en paz.
AR