Otra pandemia acecha a la población mexicana desde el desconocimiento total. Casi la mitad padece hígado graso o también conocido como esteatohepatitis no alcohólica (NASH, por sus siglas de inglés), pues es una enfermedad que ataca silenciosamente con la posibilidad de convertirse en cirrosis o incluso cáncer y es motivada por factores como la obesidad, riesgo metabólico en el que México ocupa el segundo lugar y el primero en tipo infantil.
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“En ciertas condiciones como la diabetes, obesidad, padecer cáncer o hígado graso que favorece la inflamación, los pacientes con Covid-19 tienen un peor desenlace y pronóstico, les confiere un mayor riesgo de cursar un cuadro grave, de mortalidad y de complicaciones asociadas a una hospitalización”, resaltó una de las voceras de la Asociación Mexicana de Gastroenterología, Fátima Higuera de la Tijera. No obstante, añadió que el NASH se puede prevenir especialmente mejorando el estilo de vida.
Por su parte, la médica Margarita Dehesa Violante, miembro del Comité Científico de la Fundación Mexicana para la Salud Hepática, mencionó que al hígado graso “no se le hacía mucho caso porque se pensaba que era benigno, pero ahora se sabe que en un futuro se va a convertir en la primera causa de daño hepático que puede ser progresiva”, agregando que hace poco atendió a dos pacientes, una madre con alrededor de 70 años y a su hija con más de 30 años, pero ambas, tienen hígado graso, y la primera tal vez ya sufre de cirrosis porque uno de sus síntomas es apnea del sueño.
“Se ha asociado con el gen PNPLA3 en sus dos polimorfismos y aún no se tiene un tratamiento, pero hay muchos medicamentos en investigación”, señaló la doctora y presidenta de la Asociación Mexicana de Hepatología, Laura Cisneros Garza, explicando que también se relacionan con el surgimiento del hígado graso la hipertensión, la hiperlipidemia y el sedentarismo.
Mientras que Astrid Ruiz Margáin, nutrióloga del Instituto Nacional de Nutrición Dr. Salvador Zubirán, indicó que “el único tratamiento que realmente está aprobado es la dieta ya sea baja en grasa, un poco reducida en carbohidratos pero sobre todo hipocalórica, es decir, por un lado la disminución de peso más ejercicio, pues estudios han demostrado que baja las enzimas hepática e inclusive, causar una regresión de estadios de fibrosis”.
“Muchas de las cosas que suelen vender como remedios o curas son hasta tóxicas para el hígado, entonces llegan en peores condiciones al consultorio; buscamos una pérdida de peso con un patrón dietético que incluya todos los grupos de alimentos, no hacemos restricciones muy estrictas, intentando que sean más frescos, evitando los ultraprocesados y las bebidas industrializadas, un problema grandísimo que tenemos”, explicó Ruiz Margáin, ya que no existe un tratamiento o pastilla mágica para combatir el hígado graso.
“Vamos a tener la primera carrera por la salud hepática y contra la obesidad de cinco kilómetros que se suscitará el 16 de julio en Mérida por todo Paseo de Montejo“, comentó finalmente Cisneros Garza, pues en esta entidad es donde se acumula la mayor cantidad de casos de hígado graso del país.
El año pasado, la Asociación Mexicana de Hepatología en conjunto con otras 17 instituciones provenientes de 73 países, lograron llegar a 11.5 millones de personas a través de cuatro mil podcast que concientizaron sobre el NASH.
LEG