Si tan solo el presidente Andrés Manuel López Obrador hubiera manejado diferente su predecible ausencia de la Cumbre de las Américas, seguro que las repercusiones serían mucho menores.
Pero no, eligió un camino de confrontación con Estados Unidos. Y lo hizo como si demócratas y republicanos, incluidos el presidente Joe Biden y los congresistas, fueran sus adversarios habituales de la política local, a esos a los que tilda de conservadores.
Es más que evidente la fobia que le producen a López Obrador las cumbres y las reuniones internacionales donde tiene que tratar con pares, donde no tiene el control y donde le pueden cuestionar esta clara tendencia autocrática de su movimiento. Son terrenos muy incómodos que el Presidente ha evitado durante toda su administración.
Es muy probable que esa bandera de plantar cara por las dictaduras de Cuba, Venezuela y Nicaragua haya salido de alguna improvisación en la mañanera. Pero está claro que López Obrador lo dejó crecer hasta llegar a niveles de confrontación por la defensa de las autocracias latinoamericanas.
México no está en posición de defender a los tiranos de la región que han abusado de su poder para perjudicar a sus pueblos. Y no lo puede hacer un Gobierno mexicano, sea de la ideología que sea, si se enarbolan banderas democráticas desde la Constitución.
Incluso, hasta sus propios seguidores le piden mesura con esos temas. Muchos de ellos, de los que hoy todavía creen en eso de la 4T, ciertamente no quieren ver convertido a su país en una copia de Venezuela.
El Presidente de México boicoteó la reunión más importante que tendrá el presidente Joe Biden en todo su mandato con los países del sur del continente, y no puede esperar que eso quede en una simple anécdota.
No será ni el propio presidente Biden, mucho menos el embajador Ken Salazar, quien públicamente le haga ver a López Obrador su error estratégico. Pero la factura estará ahí, siempre presente, y a la espera de cobrarse.
Por lo pronto, para la cumbre que ahora mismo se celebra en Los Ángeles, California, López Obrador les puso los reflectores a los regímenes antidemocráticos del continente y eso va a meter en aprietos a su canciller, Marcelo Ebrard, quien llega con la consigna de buscar debilitar a la Organización de los Estados Americanos.
El efecto logrado con este boicot encabezado por el Gobierno mexicano será el contrario, darle relevancia en los acuerdos de la Cumbre a la Carta Democrática Interamericana que precisamente condena esos regímenes autocráticos y advierte los peligros de su expansión continental.
Y, de paso, qué mala idea de López Obrador de engancharse en un pleito personal con dos senadores estadounidenses como Marco Rubio y Ted Cruz. Esos dos republicanos son como López Obrador, ruidosos y hábiles para sacar provecho personal de la estridencia política.
López Obrador se acaba de meter y con fuerza en las campañas electorales de los Estados Unidos, y ni demócratas, ni republicanos lo van a soltar durante estos largos meses preelectorales.
@campossuarez