Para Ucrania, el valor simbólico y cultural que cabe detrás del girasol es vasto. Existen en abundancia en el territorio, el primer importador de su aceite, y desde la antigüedad eran utilizados como protección en rituales. Con la llegada de la guerra, también se han convertido en la representación de la esperanza e inspiración para la resistencia… y para el arte.
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Un conjunto de lámparas robustas y totalmente negras que se levantan desde el piso y dirigen su luz hacia el frente conforman “Soniah Lighting” (girasol en ucraniano) , una de las piezas de diseño de la exposición “Chornozem” (“tierra negra” en ucraniano), que se presentó al “Fuorisalone” que se celebra paralelamente al Salón del mueble, en Milán.
“Sacamos nuestra fuerza en la tierra de nuestros antepasados. Ahora no podemos hablar a través de otro color”, dice la creadora, Victoria Yakusha, explicando el color negro omnipresente en todas las piezas de la colección. El negro de la tierra para evocar un lugar fértil que hasta ahora sigue siendo condsiderado uno de los principales graneros del mundo.
Pese a las bombas que ahora caen sobre Ucrania, los diseñadores del país devastado por la guerra han querido exponer sus obras en el salón del mueble en Milán, para defender su patrimonio cultural saqueado por el ejército ruso, que destroza museos, teatros y galerías de arte.
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“No es una guerra entre Ucrania y Rusia, implica a todo el mundo, es la guerra entre la democracia y el imperialismo”, continúa la reconocida diseñadora de 39 años que reside en Bruselas, y que halla inspiración en la historia, tradiciones ancestrales y técnicas artesanales de su país para seguir creando.
Para Kateryna Sokolova, otra diseñadora que se ha desplazado a Milán desde Lviv, en el oeste de Ucrania, para exponer en el Superstudio Più, “esta guerra es como el retorno de Stalin. Queremos evitar a cualquier precio volver a estar sometidos a la Unión Soviética, queremos preservar la cultura ucraniana”.
CON INFORMACIÓN DE AFP
LEG