López Obrador informó que coincidió con Petro en el fomento a la integración del continente americano.
Foto: AFP | En campaña Petro se presentó como progresista antes que izquierdista  

Después de cuatro décadas de lucha, primero en armas y luego en democracia, un revolucionario de anteojos que sobrevivió a la tortura y el exilio quebró la historia de Colombia. A los 62 años, Gustavo Petro se convirtió en el primer presidente de izquierda del país.

En su tercer intento, Petro venció a las élites del poder que ha cuestionado y al anciano millonario Rodolfo Hernández, que le disputó las banderas del cambio en la recta final de la elección.

Miope desde pequeño, Petro se describe a sí mismo como “un revolucionario obstinado”.

Nació en una familia de clase media, fue educado por sacerdotes lasallistas y se graduó como economista. Orador consumado, en su vida política siempre ha enarbolado las banderas de la ruptura y el cambio.

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Poderosos sectores económicos y de las Fuerzas Armadas lo ven como una amenaza, un “salto al vacío” o un izquierdista que llevará al país hacia un socialismo fallido.

A otros, más moderados, les repele su mesianismo. “Él se cree predestinado (…) la única persona que puede salvar a Colombia”, resumió una fuente próxima al mandatario electo que habló bajo reserva al portal independiente La Silla Vacía.

En campaña Petro se presentó como progresista antes que izquierdista, para evitar que lo asocien con las guerrillas marxistas que por seis décadas han avivado el conflicto armado y no pocos odios entre los colombianos.

Pero su pasado en la lucha armada lo persigue y es el caballo de batalla de sus adversarios. Varias veces amenazado de muerte y forzado a un exilio de tres años en Europa, tuvo que blindarse para dar sus discursos electorales con chaleco antibalas, escudos y al menos 20 guardaespaldas en la tarima.

Casado con Verónica Alcocer y padre de seis hijos, durante la campaña electoral Petro confesó a la AFP su miedo a ser asesinado.

EL MODERADO

Petro militó por 12 años en el M-19, una guerrilla nacionalista de origen urbano, antes de firmar la paz en 1990. Admirador del Nobel de Literatura Gabriel García Márquez, en la clandestinidad adoptó el nombre de Aureliano, en homenaje al personaje de “Cien Años de Soledad”.

Fue detenido y torturado por militares, y estuvo preso durante un año y medio. Siempre fue un combatiente “mediocre”, recuerdan sus antiguos compañeros de armas. En su biografía lo resalta: “Nunca sentí, a diferencia de muchos de mis compañeros, una vocación militar (…) [lo que] yo quería era hacer la revolución”.

Su “opción preferencial por los pobres”, sostiene, no proviene del marxismo sino de la teología de la liberación.

También ha hecho suya la defensa del medio ambiente: plantea frenar la exploración del petróleo (cuyo comercio representa el 4% del PIB) e iniciar una “transición” hacia energías limpias.

Petro quiere robustecer el Estado y cobrarle más impuestos a los ricos. Camino al balotaje, se mostró como un político moderado, cercano a la gente y al feminismo.

“Cuando se subía en una tarima y hablaba hora y media (…) lo que hacía era profundizar a fondo su modelo económico (…) y eso se vuelve un poco sofisticado”, reconoce Alfonso Prada, jefe de debate del izquierdista.

Ante los miedos que provoca, prometió que no buscará la reelección previa reforma constitucional, ni venganzas personales, y que respetará la propiedad privada. “Digo enfáticamente que nunca he pensado ni pensaré en confiscar o menoscabar” los bienes, sostuvo.

Su hija Sofía asegura que Petro “es un hombre en deconstrucción”.

IMPETUOSO

Su programa también plantea reformar la policía, implicada en violaciones de derechos humanos, y regular los ascensos al interior de las Fuerzas Militares, que considera clasistas. Petro será el primer exguerrillero al que las tropas juren lealtad.

Después de firmar la paz, llegó al Congreso en 1991 y más adelante a la alcaldía de Bogotá (2012-2015).

Como parlamentario se destacó por denunciar los nexos de políticos con los sangrientos paramilitares de ultraderecha, pero como alcalde ganó fama de autoritario y se echó en contra a una parte de la ciudad por su caótico plan para estatizar la recolección de basura.

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Daniel García-Peña, asesor de Petro en la época y quien se alejó de él por su “despotismo”, aún recuerda sus “dificultades para trabajar en equipo”.

Tiene “un temperamento muy impetuoso y autoritario, y cuando se empeñaba en sacar adelante sus propuestas (…) no supo concitar y convocar a los diferentes sectores para ponerlas en práctica”, comentó el también profesor universitario.

Además, agrega, “casó muchas peleas al mismo tiempo y eso generó mucha frustración en las metas que él mismo se había trazado”.

Petro, el moderado, ganó sin embargo “cierta madurez” y hoy es una “persona más serena, tranquila”, contrastó una fuente del entorno del presidente electo que habló bajo reserva con la AFP.

OH