@guerrerochipres
El triunfo presidencial del izquierdista Gustavo Petro y de quien será la primera vicepresidenta afrodescendiente, Francia Márquez, despierta en Colombia una esperanza de transformación ante enormes problemas que la aquejan, entre ellos el de seguridad pública.
En febrero de 2019, el Gobierno que encabeza Claudia Sheinbaum se convirtió en el primero en directamente señalar a organizaciones delictivas colombianas como responsables de la implantación del delito de cobranza indebida, conocido popularmente como “gota a gota”, préstamo de carácter extorsivo que puede llegar a la manipulación delictiva del comportamiento de los deudores.
Uno de los delitos más extendidos en aquella nación, como ocurre en otros países de América Latina, es la extorsión.
En el caso colombiano, en contraste con lo que sucede en México, la Policía Nacional tiene identificado que el origen principal está en las prisiones, donde incluso han llegado a descubrir que las personas privadas de la libertad trabajan como si se tratara de un call center con un promedio de 20 llamadas por hora.
En ese sentido, poco ha cambiado desde que conocí a Gustavo Petro, entre 2014 y 2015, cuando era alcalde de Bogotá. Nos encontramos entonces para reflexionar sobre las oportunidades de aprendizaje en términos de seguridad entre ambos países.
Recuerdo que desde aquellos años el futuro presidente colombiano ya impulsaba una narrativa de combate a la impunidad a través de la denuncia ciudadana, idea que mantuvo hasta las propuestas de campaña que ahora le han dado el triunfo.
Su llegada a la presidencia representa la posibilidad de enfrentar uno de los delitos que han hecho “famosa” a Colombia: la extorsión. De acuerdo con datos del Grupo Información de Criminalidad de Colombia, tan solo en los primeros cinco meses de 2022 se han registrado 3 mil 257 denuncias; un análisis del Consejo Ciudadano de la CDMX revela que hay 15.2 extorsiones por cada 100 mil habitantes.
Como en el caso mexicano, las extorsiones en aquella nación comenzaron a presentarse masivamente a mitad de la década de los 90. La dinámica extorsiva tiene similitudes no solo regionales, sino globales; los delincuentes suelen hacerse pasar por integrantes de grupos del crimen organizado o fingen que la persona a quien llaman acaba de ser ganadora de un premio.
En el caso de México, sin embargo, hay buenos resultados. En el país, la tasa por cada 100 mil habitantes es de 8.1 y en la Ciudad de México —donde 96% de los intentos de extorsión y fraude digital no se consuman— el indicador se desploma a 4.2.
El esquema de Sheinbaum Pardo se basa en la denuncia para activar el aparato de seguridad y justicia. En lo que va de este año, las extorsiones han bajado 61% en comparación con 2019, que fue el periodo más alto; pasaron de 394 a 155 carpetas de investigación.
La confianza ciudadana en las autoridades es, sin duda, esencial en el proceso y los resultados. En Colombia, Gustavo Petro y Francia Márquez, la ganaron para la izquierda por primera vez, con los ojos del mundo en su desempeño.