El presidente Biden es un hombre decente, dice Andrés Manuel López Obrador para justificar que “no va a pasar nada” tras las consultas iniciadas por Estados Unidos y también Canadá por las posibles violaciones al acuerdo comercial trilateral en materia de energía.
Seguro que Joe Biden, presidente de los Estados Unidos, no tomará en sus propias manos esta controversia que ahora ya se enfila por los cauces legales y que puede derivar en la aplicación de castigos comerciales a México.
Algo que quizá no se alcance a ver desde la óptica autocrática de la 4T es que en aquel país hay funcionarios específicos para cada tarea, que el Presidente de los Estados Unidos está en ese puesto para hacer valer los intereses de su país, que la cultura política de ese país es hacer valer las leyes y que el propio Biden también tiene una obsesión con los temas energéticos, solo que en sentido totalmente opuesto a la obsesión del Presidente mexicano.
Además de decente, Biden es muy paciente y lo demostró en el encuentro bilateral con López Obrador hace unos días en La Casa Blanca. Pero quizá esa imagen de tolerancia del demócrata no le ha permitido al Presidente mexicano escuchar las palabras de la representante comercial del propio Presidente de Estados Unidos.
Katherine Tai ha dicho varias veces que han expresado a las autoridades mexicanas sus serias preocupaciones sobre los cambios en las políticas energéticas de México y cómo se oponen a los compromisos de este país asumidos en el T-MEC.
Desafortunadamente, ha señalado Tai, con todo y que hemos insistido en esas preocupaciones sigue el trato injusto a las empresas estadounidenses en México.
Y, sin que se le borren los buenos tratos a Biden, su Gobierno ha emprendido un camino que puede derivar en la aplicación de cuotas compensatorias a productos mexicanos que nos lleven a una nueva crisis económica. Y todo ocurre sin que el demócrata pierda la decencia.
El Gobierno de López Obrador no heredó el T-MEC, la 4T lo negoció, lo firmó y lo puso en vigor. Así que no puede decir que es una herencia neoliberal. Lo que sí tiene este acuerdo son herramientas para que los tres países defiendan sus intereses.
Y mientras acá las reacciones habituales de López Obrador van desde el “no me vengan que la ley es la ley”, hasta responder con cumbias de Chico Che, los países del norte tienen el T-MEC en la mano y lo van a hacer valer.
Pero hay algo más que el régimen mexicano parece que no quiere entender. El tema energético es tan obsesivo para el presidente de Estados Unidos como lo es para López Obrador, solo que por razones totalmente diferentes.
Acá, la visión es regresar al control estatal a las empresas petroleras y eléctricas para reestablecer las viejas glorias de los monopolios estatales, así sea con carbón y combustóleo.
Mientras que allá, la obsesión de Joe Biden es transitar lo más rápido posible a las energías limpias, renovables, donde esos combustibles sucios ya no tienen cabida. Y esa obcecación del demócrata, inspirada en el evidente calentamiento global, es una visión para todo el mundo.
Este sí que puede ser un gran pleito de López Obrador con un hombre decente pero decidido.
@campossuarez