Héctor Zagal
(Profesor de la Facultad de Filosofía de la Universidad Panamericana)
“Esperanto: idioma universal que no conoce nadie en el universo”, escribió el humorista Jardiel Poncela. ¿O ustedes conocen a alguien que lo hable? Bueno, yo sí tengo un colega que estudió esta lengua artificial y neutra, inventada por L. L. Zamenhof, un oftalmólogo polaco. Este idioma fue desarrollado hacia 1870 utilizando, en muy gran medida, las gramática y vocabulario de las lenguas occidentales. No obstante, también incorpora elementos de otras lenguas. Actualmente se calcula que dos millones de personas hablan esperanto en el mundo. A lo largo de la historia, ha tenido altibajos. Dictadores como Stalin y Hitler vieron con muy malos ojos esta lengua, por decir lo menos.
Zamenhof pensó en una lengua relativamente sencilla, fácil de aprender y, verdaderamente neutra. ¿Qué quiere decir esto de neutra? Pues que sea un idioma que no sea propio de un país específico o de una cultura determinada. Es importante distinguir entre “lingua franca” y “lengua neutra”. La “lingua franca” es un idioma que es adoptado para comunicarse entre personas que no hablan el mismo idioma. En la edad media y el renacimiento, el latín fue la “lingua franca” que permitió que los universitarios de Francia conversaran con los universitarios de Inglaterra, España y Alemania. En el siglo XIX, el francés fue la lengua utilizada en la diplomacia y en la ciencia. Se esperaba que una persona de nivel educativo, hablase francés. Actualmente, el inglés es la “lingua franca”. Si asistimos a una junta de trabajo entre ejecutivos chinos y mexicanos, seguramente se utilizará el inglés como lengua común, aunque no sea la lengua nativa de ninguno de ellos. Y lo mismo sucede en el mundo de los espectáculos y en la ciencia. El inglés, nos guste o no, la “lingua franca”
Dada la variedad de idiomas que se hablan en el mundo, es necesaria una “lingua franca”, al menos hasta que podamos usar a un androide como C-3-PO, que domina seis millones de lenguajes. Aunque México carece de idioma oficial, es un hecho que el español es la “lingua franca” entre los mexicanos. Alrededor de 7 millones de mexicanos, no tienen como lengua madre el español, sino alguna de las 68 lenguas de los pueblos originarios. A ellos habría que sumar, por supuesto, los millones de mexicanos-estadounidenses que nacieron hablando tanto inglés como español. ¿Y cuál es la lengua que elegimos los mexicanos para comunicarnos entre las diversas culturas y pubelos que configura México?
Sin embargo, el uso de una “lingua franca”, como el inglés, termina dando una ventaja a quienes la hablan por nacimiento. Mientras que un niño alemán o una niña mexicana tiene que hacer un esfuerzo extra en la escuela para aprender inglés, un niño estadounidense tiene la ventaja de que siempre jugará en cancha propia en la medida en que, en su vida adulta profesional, se siga utilizando el inglés.
El esperanto pretendía romper esta hegemonía cultural de un idioma sobre otros. Se trataba de que, literalmente, todos tuviésemos que aprender un idioma sencillo, pero que no fuese de un país determinado. Nadie jugaría como “local”.
Hoy por hoy, el inglés es el idioma más hablado en el mundo. Le sigue el chino, el hindi y, en cuarto lugar, el español. No obstante, el chino y el hindi son idiomas muy acotados a ciertas regiones, lo que no sucede con el inglés.
El ideal del esperanto es encomiable. Sin embargo, mucho me temo que es poco viable. Por lo pronto, hablar inglés es herramienta básica el desarrollo profesional. Hablar inglés no hace más competentes en el mundo laboral. Y se los digo yo por experiencia propia: mi inglés es malo y básico.
No obstante, confieso que me da tristeza que muchos mexicanos ninguneen el español. Hace algún tiempo, dirigí un seminario de literatura, en donde leímos un cuento de Tolstoi. Un estudiante llegó con el texto leído en inglés. “¿Por qué lo leíste en inglés y no en español?”, le pregunté. “Porque me dijeron que la traducción al inglés era mejor”, me respondió. ¿Y eso cómo lo sabes? Tú no hablas ruso”, le objeté. “Es que las editoriales en inglés traducen mejor que las que publican en español”. El argumento no me convenció.
En otra ocasión asistí a una conferencia sobre una escritora novohispana, que había escrito en español. La sesión tuvo lugar en una universidad pública mexicana, donde todo el auditorio era mexicano, salvo el expositor que era mexicano-estadounidense y cuyo español era perfecto. La conferencia fue dictada en inglés. ¿El motivo? Una conferencia en inglés tiene mayor difusión que una conferencia en español.
¿Ustedes que piensan? ¿Los países deben apoyar su propia lengua? ¿Cómo conciliar la diversidad lingüística con la necesidad de una lingua franca?