En la estación Pino Suárez del Metro, donde antes transitaban miles de personas, muchas veces apretujadas en las horas pico, hoy solo se encuentran trabajadores de la construcción y del Metro, laborando en la modernización de la Línea 1.
Ya no se ven los componentes eléctricos que le daban energía a los trenes, mientras que en el balasto (la alfombra de piedras bajo las vías) que queda apenas y se notan las huellas de los rieles, ya desaparecidos, por los que corrían los convoyes.
Son las huellas de 52 años, los mismos que tiene la Línea 1 de ser inaugurada, 13 más de lo que se consideraba su vida útil; y por fin, hoy, se hacen los trabajos para modernizarla.
De pronto, en el túnel se hace la luz y un brazo mecánico baja desde la superficie para recoger balasto de una montaña de piedras.
Ahí, de donde viene la luz del Sol, también proviene el ruido de camiones y el volteo de rocas, que se riegan con agua para no llenar de polvo el subterráneo.
Pero las obras no sólo se realizan en el túnel, las escaleras y parte de los pasillos también se miran en obras gris, pues las losetas también son removidas para darle una nueva imagen a la estación. Y por aquí y por allá, trabajadores intervienen los techos, las paredes y los pisos.
Según el Metro se han intervenido 11 kilómetros en dos frentes para el retiro de vías, balasto y componentes eléctricos y electrónicos entre las estaciones Pantitlán y Salto del Agua, las que son intervenidas en la primera etapa de modernización de la Línea 1.
Un avance que, para haber comenzado los trabajos el 11 de julio pasado, pareciera un gran salto en las labores.
Pero no solo se trata de retirar los materiales, pues la renovación de la Línea incluye la compra de 29 trenes nuevos de última tecnología, la sustitución de 19 kilómetros de vía, nuevos sistemas de control y sistemas de telefonía, radio y videovigilancia inteligente.
Lo que merece la Línea Rosa tras 52 años conectando el Oriente y el Poniente de la CDMX.
LEG