Aquel 12 de julio de este año cuando el presidente de los Estados Unidos, Joe Biden, recibió en La Casa Blanca al presidente mexicano, Andrés Manuel López Obrador, el demócrata tuvo media hora para hacer todo tipo de gestos ante las palabras del largo discurso de su homólogo del sur.
En no pocas ocasiones se le vio somnoliento, también procuró hacer lo que allá llaman “poker face”, pero en algunas de plano a Biden se le escapaba una sonrisa ante la incredulidad de lo que escuchaba.
Una de esas muecas incontenibles llegó cuando en plena crisis económica y política en Estados Unidos por los altos precios de los energéticos, López Obrador fue a decirle a la casa presidencial del demócrata que, si no podían con los precios, que cruzaran los estadounidenses a cargar gasolina a México porque acá, presumía López Obrador, la gasolina es más barata.
Si algo le genera una crisis política y de popularidad a Joe Biden son los altos precios de los energéticos. Así que lo que menos quisiera es que lo dejen en evidencia.
La realidad es que el mensaje de López Obrador fue totalmente intrascendente en los Estados Unidos, pero ahí quedó esa imprudencia y otras tantas del Presidente mexicano en ese encuentro bilateral.
¿Qué pasaría si hoy el presidente de los Estados Unidos enviara un mensaje a los mexicanos en el que invite a los automovilistas a que crucen la frontera, porque aquí la gasolina está muy cara y allá ya bajó de precio y los consumidores gozan de esa ventaja de un mercado abierto?
Seguro que no caería nada bien en Palacio Nacional que los ciudadanos mexicanos se enteren que, en estos momentos en McAllen, Texas, por ejemplo, un galón de gasolina regular, equivalente a la Magna, cuesta 3.14 dólares, que si lo ponemos en pesos y en litros son 15.70.
Cómo explicar que acá seguimos con un precio promedio de 21.87 pesos por litro de la gasolina verde y que, además de cara, nos cuesta cientos de miles de millones de pesos en recursos fiscales que se dejan de recaudar por el subsidio que siguen aplicando.
Se han derrumbado los precios de las gasolinas en Estados Unidos, aunque está claro que en cualquier momento pueden volver a subir, dependiendo de lo que suceda en el mundo. Pero eso es lo que ocurre en un mercado abierto.
Aquí, se mantiene un monopolio gasolinero, de hecho, cada día se cierran más las puertas a la competencia, los combustibles tienen una alta carga fiscal y, sobre todo, la gasolina tiene un muy oneroso costo político.
En México no van a bajar de precio de forma importante las gasolinas porque en la medida que cueste menos su producción y sobre todo importación, en esa proporción la Secretaría de Hacienda habrá de recuperar la recaudación del impuesto especial, más todas las ventajas fiscales que ha dado con el IVA y el ISR a los distribuidores.
Así que, un mes después de que López Obrador fue a ofrecer gasolinas baratas a los automovilistas estadounidenses, ahora hay que ver cómo explica que las filas pueden ser de automovilistas mexicanos tratando de cargar sus tanques en Estados Unidos.
@campossuarez