Los acontecimientos de violencia en los últimos días ayudaron a fijar con claridad lo que alguna parte de la opinión pública no había querido entender: que los grupos delictivos son capaces de desatar el infierno en las calles con tal de defender sus intereses criminales.
Y si esos acontecimientos fueron una expresión de delitos del fuero común, la respuesta del Estado federal fue contundente: el despliegue de elementos de las Fuerzas Armadas y de la Guardia Nacional en las zonas afectadas por la violencia delictiva para fijar los criterios de que la respuesta gubernamental no será de balazos ni de abrazos, sino de operativos judiciales para capturar y procesar a los responsables.
Las acciones de violencia criminal no pueden caracterizarse de terroristas, en tanto que el terrorismo implica la utilización de acciones espectaculares que introduzcan miedo con el propósito fundamental de propiciar un relevo del poder en un país. Y los delincuentes incendiaron las calles para proteger sus áreas de actividades delictivas, no para estallar una revolución ni para proponer el relevo de Gobierno.
La exhibición del poder de seguridad de las Fuerzas Armadas y de la Guardia Nacional deberán ser suficiente para contener, desperdigar y hasta descabezar a las bandas delictivas y a los cárteles del crimen organizado que supusieron un repliegue institucional con la violencia en las calles.
Aunque no fue el propósito porque oficinas gubernamentales no propiciaron la violencia delictiva, las imágenes e incendios callejeros ayudaron a fijar en el inconsciente social colectivo la preocupación de que las bandas delictivas quieren seguir extorsionando y explotando a los ciudadanos. Pero el despliegue militar puso frente a los grupos delictivos el adversario institucional que sigue estando con capacidad superior aún si todas las bandas delictivas se aliaran.
Zona Zero
- Los incidentes de violencia callejera podrían estar sirviendo a los objetivos de reconstrucción de la imagen de seguridad del Estado, sin necesidad de ofensivas que multipliquen la violencia. Al final de cuentas, las bandas delictivas carecen de capacidad organizativa más allá de los beneficios del delito y no tienen ninguna mente estratégica que esté pensando en construir una guerra violenta contra el Estado.
(*) Centro de Estudios Económicos, Políticos y de Seguridad.
@carlosramirezh