Llevamos seis meses interminables de una guerra que parece que se resolvería en semanas y que, sin embargo, no tiene fin. Las tropas de Vladimiro Putin pensaban que la invasión iba a ser poco menos que coser y cantar. Tanto así que en algunos carros de combate rusos que neutralizaron los soldados ucranianos, se encontraron trajes militares de desfile pensando que las tropas de Vladimiro Putin las utilizarían en las ciudades que tomarían a los pocos días y como se ha visto, no han tomado prácticamente ninguna. La moral estaba muy alta pero se toparon con la realidad.

Es cierto que a día de hoy Rusia ocupa un veinte por ciento del territorio ucraniano. Además, un tercio de dicha población ha tenido que abandonar su hogar y en las fronteras ya hay más de cuatro millones de refugiados.

No todo iba a ser de color de rosa para Rusia. En estos seis meses los ucranianos han acabado con un tercio de los tanques rusos y han muerto cerca de diez mil soldados de Putin. Se trata de una cifra no menor. Como en todas las tragedias, todos pierden.

Vemos un Zelenski envalentonado con ganas de pelea y de revancha. Un Zelenski que se siente seguro de sí mismo y de sus hombres; un presidente que dice que va a recuperar todo lo que les han arrebatado. Claro, lo dice sabiendo que tiene a la Comunidad Internacional de su lado empezando por el propio Estados Unidos.

Porque esta guerra, como casi todas, es una guerra de bloques. Se trata de Occidente contra una Rusia que tampoco está sola. China, Mongolia, Irán o Bielorrusia son algunos de los países de un viaje a ninguna parte, más que a perder más vidas y empobrecer al planeta.

La inflación que empieza a hacer temblar a la economía global es en parte provocada por la guerra de ambos países. La llave del gas que surte a Europa la controla Putin. Y la abre y la cierra a su antojo dejando al Viejo Continente sin electricidad y sin gas. La energía se está convirtiendo en un bien prácticamente de lujo en Europa.

Pero prefiero quedarme en estas latitudes y no mirar más hacia el este. Sí, me refiero a China y a su contencioso con Taiwán. Si la invasión rusa ya es un problema que nos atañe a todos, un conflicto entre China y su hermana menor Taiwán traería unas consecuencias bélicas para todo el planeta. Ahí sí habría una internacionalización del conflicto en muy poco tiempo. Estados Unidos tiene demasiados intereses en Taiwán como para no permitir que nadie, ni el gigante amarillo, se los arrebate.

 

      @pelaez_alberto