Es el mismo drama de siempre: la inmigración, el inmigrante al que no le queda más remedio que buscar un mundo mejor o, sencillamente, no perder la vida en las guerras absurdas de los países recónditos donde viven.
En el caso de España salen de países perdidos en África. Liberia, Burkina Faso, Guinea Conakry, Níger, son países donde si bien les va, podrán salvar sus vidas, eso sí, luchando e intentando hacer de la supervivencia su mejor aliado. Por eso se escapan de tanta guerra y caminan durante meses o años por el desierto del Sahara. Después de mucho sufrimiento llegan a Ceuta y Melilla, las dos ciudades españolas enclavadas en Marruecos. Allí les espera un valla de cinco metros con concertinas que actúan como púas para arrancarles la piel y dejarla hecha jirones. Pero el mundo desarrollado no entiende que una valla no representa ningún impedimento para tanta calamidad que han pasado durante años.
Sin embargo, ha descendido últimamente la llegada de subsaharianos a España. Ha descendido, pero no ha parado porque el hambre no detiene a nadie. Ahora la inmigración busca otros caladeros. Van en busca de otras fuerzas en los mundos de la “abundancia”. Muchos entran por el helado Polo Norte. Caminan y caminan, la mayoría de ellos son sirios. Recorren toda Rusia hasta llegar a la frontera con Noruega. Desafían los menos veinte grados para poder cruzar a Kirkenes, la primera ciudad noruega que colinda con Rusia y el Polo Norte. Tiene que haber mucha ansia de supervivencia para poder llegar ahí y vencer a la muerte.
Otra de las rutas que ahora se ha puesto de moda es el Canal de la Mancha, una peligrosa travesía de casi cien kilómetros que va de Calais en Francia a Dover en Inglaterra. Miles de desesperados que solamente miran hacia adelante lo cruzan desafiando a la muerte. Muchos de ellos mueren ahogados. Otros al llegar son deportados. Y es que el hambre puede hacer eso y mucho más.
Hasta finales del mes de julio habían cruzado las fronteras europeas ciento cincuenta y cinco mil personas, un ochenta y tres por ciento más que en el mismo período de 2021, y el mayor volumen de los últimos seis meses. Pero es que además las peticiones de asilo han aumentado un noventa por ciento en la Unión Europea.
Los afganos, sirios, venezolanos y ucranianos son los que más solicitan el estatuto de refugiado. No es de extrañar, con sus países en guerra o con dictaduras despiadadas han tenido que salir para buscar un mundo mejor, aunque muchas veces no lo encuentran.
Pero el mundo es cada vez más desigual, la brecha es cada vez mayor. Si seguimos así, el bloque entre pobres y ricos dejará efectos indeseables para toda la humanidad.
No nos queda más remedio que buscar fórmulas políticas donde la equidad sea lo que predomine. La pregunta es si estamos dispuestos a hacer sacrificios para que esto suceda de verdad.
@pelaez_alberto