Eso que hicieron la semana pasada los obedientes diputados al servicio del Presidente es exactamente lo que Andrés Manuel López Obrador espera de todos. De la Suprema Corte y de todo el poder judicial, de los medios de comunicación, del INE o el Banco de México y, claro, del pueblo bueno.

Quiere un país alineado a lo que él piensa y decide. Cualquier posición diferente es corrupta y usará todo el poder que concentra como titular del ejecutivo para combatir cualquier disidencia, aunque pensar diferente sea la base de la democracia.

Hay una frase que proyecta de cuerpo entero lo que piensa el Presidente y marca el rumbo de estos 24 meses y 24 días que le quedan de mandato, por lo menos como lo marca la Constitución.

Los ministros que propuse para el cargo, reclamó López Obrador, ya no están pensando en el proyecto de transformación, ya actúan más en función de los mecanismos jurídicos.

Cuando logró doblar a cuatro ministros para que pasaran sobre el texto constitucional en materia eléctrica usó aquella frase de “no me vengan que la ley es la ley”.

Lo que el Presidente quiere es un comportamiento generalizado al estilo de los 264 diputados de Morena, Partido del Trabajo y Partido Verde que aprobaron sin conocer, sin analizar, dispensando todo trámite legislativo el paquete de cambios en las leyes secundarias que militarizan la Guardia Nacional.

A López Obrador le encantó esa actitud de sus diputados y ahora espera lo mismo de sus senadores. Si no ocurre, ya adelantó que habrá reacciones desde la mañanera.

De lo que se trata es de lograr esa obediencia general ante su proyecto llamado de Cuarta Transformación y cada vez abarca más aspectos de la vida nacional.

Por alguna razón no hay una alerta general por la manera como pretende este régimen meterse en los salones de clase de la educación básica a través del adoctrinamiento dogmático de los niños con su Nueva Escuela Mexicana. Llega a niveles de pretender reescribir la ciencia y reprimir cualquier deseo de superación personal.

Lo que sí se nota en la opinión pública, aunque tampoco genera reacciones asertivas, es el actual proceso acelerado de militarización de la vida civil mexicana.

Constructores, administradores, con fuentes de ingreso autónomas y ahora en proceso de ser formalmente los policías del país.

Una policía militar en las calles no obedece a las reglas de la convivencia civil contempladas en la Constitución y a la que deben responder los cuerpos policíacos. Una guardia de militares responde a las órdenes jerárquicas castrenses, sin importar la naturaleza de esas órdenes.

La unanimidad que busca el Presidente para lograr la imposición de la estructura de país que llama Cuarta Transformación necesita de alineamientos mayoritarios, sea por una convicción emocional buscada con la propaganda o por una cohesión a través de diferentes medios.

No es a través de los consensos como se busca llevar adelante el modelo que el presidente López Obrador quiere para el país, es a través de lograr la obediencia a lo que él ya se tomó la molestia de decidir como lo mejor para todos.

 

 

     @campossuarez